lunes, 30 de marzo de 2009

Cosas que pueden hacerse en sábado

---

- Disputar un torneo de esgrima reñidísimo. No es necesario que sea reñidísimo para todos; puede serlo únicamente para los que no son tú. Ojo con los golpes a traición de zurdos malévolos, que te obligarán a alimentarte de gelocatil e ibuprofeno durante el resto de tus días.

- Asistir a una misa multitudinaria en homenaje a un gran Obispo que se va y rezar por muchos niños que vendrán si se les deja. Siempre que la ocasión lo requiera, puedes hacerlo aunque seas detractor acérrimo de las grandes manifestaciones públicas, empiece a diluviar a media celebración y tu atavío se adecue para lo que podríamos denominar "soleado día de Primavera".

- Cenar opíparamente tras estar desde las nueve de la mañana en ayunas. Si la cena se antoja escasa, se permite cervecear hasta alterar la percepción de la cantidad y calidad del condumio.

- Tomar algo en buena compañía. Es importante considerar que cuando "algo" es dos vasos de bourbon y la cena previa se ha basado en un estudio de la cebada y sus derivados, cualquier compañía es susceptible de bondad, belleza, justicia, paz y amor.

- Ser tío o como quiera que se llame a aquellos que tienen una prima hermana con hija nueva cuya cabeza es más pequeña que la palma de tus delicadas manos de clavecinista.

Y si cuentas con una hora más, hacer una tesis doctoral.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Yoes

---

El reciente lavado de cara en la interfaz de facebook me ha convertido en asiduo de una serie de tests rigurosísimos que, con seis o siete preguntas, te psicoanalizan que da gusto. Y no directamente, la manera fácil, sino ubicándote entre determinados personajes o etiquetas de una determinada categoría.

Según recientes estudios, yo soy James Joyce, Felix Mendelssohn y John Locke (el personaje de "Lost", no el otro). Además, me escribiría Milan Kundera, mi caballero del Zodíaco es Shaka y de todos los personajes de "El Padrino", el más parecido a mí es Michael Corleone.

Prefiero omitir el resultado de "A qué tribu urbana perteneces", por si acaso.

sábado, 21 de marzo de 2009

Amenazado

---

La misma mañana del mismo día que empezó este puente cuyo ecuador pasamos hace unas horas, percibí cierta afección gargantil cuyos síntomas guardaban similitud con la sensación de estar ingiriendo erizos de mar y lijas del siete simultáneamente. Según el médico, mi angina derecha y mi faringe competían en disputada y singular liza por ver cuál era capaz de adquirir más tamaño, grosor y consistencia. La solución consistió en un pinchazo de urbasón, un mucolítico y un antibiótico capaz de reducir el tamaño de un diplodocus estándar a una talla S estrecha de hombros.

Ya está aquí. Es inconfundible. La Primavera y sus tarjetas de presentación. En mi caso, nada de gorrioncillos portando guirnaldas en un atardecer romántico de destellos anaranjados. En mi caso, astenia, mocos y virus. Por si aún os queda alguna duda de lo que pienso sobre la estación más bonita del año, podéis leer aquí y aquí. Una entrada anual es lo mínimo que puedo hacer por ella, para que quede bien denostadita.

Este año, además, la Primavera ha irrumpido más violenta que de costumbre. Ayer mismo me encontré con esta pintada sobre el paso de cebra más célebre de la Gran Vía murciana:


Muerte a Cobacho con spray rojo. Es Ella, sin duda. Pero no temáis, le plantaré cara y, si todo va bien, el año que viene el invierno dará paso al implacable estío sin odiosas estaciones de tránsito.

martes, 17 de marzo de 2009

Entrada a lo Ace

---

Voy a contar cosas que he hecho este fin de semana, como los blogueros decentes capaces de embellecer con sus prosas los acontecimientos triviales y cotidianos. A ver qué tal sale.

El sábado por la mañana acudí a la segunda sesión del GUM Murcia (Grupo de Usuarios Mac). Sigue siendo asombroso constatar cómo no me entero de nada de lo que me gustaría aprender, pero entiendo perfectamente aquello que ya sabía.

El sábado por la tarde fui al Foro Artístico a la sesión fotográfica de un amigo mío. Acabé posando con gafas de sol entre dos espejos tan gigantes como inestables y trémulos, con temor esperanzado de poder ser el primer modelo que desfila por Cibeles con vidrios incrustados.

El domingo por la mañana asistí a misa de once, que resultó estar destinada a los niños. Era entrañable ver a los críos tan formalicos. Luego pensé en lo que se convertirían a los trece años y quise exterminarlos, pero me detuvo un par de coadjutores contratados a tal efecto.

El domingo por la tarde di un concierto en el que Tomás Luis de Victoria y Francis Poulenc estrecharon lazos gracias a sus responsorios de tinieblas y a mis cuerdas vocales, entre otras. Éxito de crítica y público, aunque no recibí cestas de milhojas, como en otras ocasiones.

¿Qué tal ha ido?

lunes, 16 de marzo de 2009

Crónicas laborales: el avieso informático

---

Hoy pensaba redactar un post a lo ace, con una pequeña cronología de este fin de semana. Una cronología agradable, amena y aséptica. Así incluso lo he anunciado en diversos medios de comunicación, sobre todo en prensa escrita. Sin embargo, el destino se ha interpuesto en forma de acontecimiento abrupto, apocalíptico y abracadabrante.

Andaba yo enfrascado en la lectura de un manuscrito interesantísimo cuando me he percatado de un leve problemilla informático sin más importancia que la que le otorga un puntilloso neurótico al lado del cual palidecería el propio personaje de Jack Nicholson en "Mejor imposible". He llamado al asesor pertinente, y éste, como expuse en mi anterior intervención, ha bufado o rebufado, con un aditivo: una aplicacioncilla le ha permitido inmiscuirse en mi ordenador sin moverse de su poltrona. Yo, desde la mía, observaba a mi ratón danzar por mi monitor como por arte de birlibirloque, cerrar ventanas, ejecutar archivos y abrir ficheros. Un ratón levemente parpadeante, pero normal e incluso con más alegría y desparpajo que de costumbre.

Simultánea y telefónicamente, mientras, el informático iba explicándome los pormenores del proceso. Una vez finalizado, hemos colgado agradeciéndonos los mutuos servicios prestados y he vuelto al trabajo, no sin percatarme a los escasos tres minutos, de que permanecía el leve y sensual parpadeo del ratón. Justo entonces he caído en la cuenta de la sutil maniobra: la aplicacioncilla seguía vigorosa y el avieso informático estaría siguiendo desde su poltrona todos y cada uno de mis movimientos, para dar sin duda parte maléfico a los burócratas jerarcas por haberme avistado merodeando en tuentis y feisbus.

De no ser por mi intuición, no estaría ahora contándoos esto, sino en los calabozos autonómicos. Mañana, Dios mediante, habrá post tipo ace.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Crónicas laborales III: la aviesa Informática

---

En mi trabajo, como en cualquier sitio, hay un servicio informático de atención al usuario caracterizado por componerse de gente con fácil tendencia a lo que científicamente se conoce como "bufo" o "rebufo", consistente en que, ante cualquier incidencia informática, emiten un característico sonido que podría describirse onomatopéyicamente como "bffff" (parecido al que los humanos producimos cuando se nos cae un boli al suelo).

Pues el servicio informático ha decidido que ya iba siendo hora de retocar nuestros ordenadores con nuevos softwares, nuevos hardwares y un pequeño alerón trasero de estabilidad burocrática. En el plano fáctico, ha sido una operación de consecuencia bifurcada: de un lado, tenemos unos fondo de escritorio que marcan la hora y la temperatura; de otro, el sistema operativo ha sufrido un regreso al pasado en lo tocante a actualizaciones de software. En concreto, a juzgar por la cantidad de veces que tengo que actualizar a lo largo del día, creo que nos han dejado el Windows 95.

"La actualización del equipo está por finalizar. Reinicie el equipo para que las actualizaciones surtan efecto". Duro trance para alguien de natural indeciso. ¿Qué me decís? ¿Ahora o más tarde?

viernes, 6 de marzo de 2009

Crónicas laborales II: enfermos encerados

---

En mi trabajo, además de tentempiés, se inauguran exposiciones de la más variada índole y del más misceláneo pelaje. La última de todas, una colección de figuritas de cera que, lejos de ser monísimas, andan próximas a la sección de horrores del cualquier museo de cera que se precie.

Hace años no había tantas fotos como ahora, quizá por las frecuentes hambrunas y la falta de féculas, quizá por no haberse inventado aún la cámara de fotos. Para los estudiantes de Medicina era tarea ardua identificar las diferentes enfermedades a partir de las solas descripciones de los ancianos catedráticos del lugar. Así, se daban muchos casos de lipotimias diagnosticadas como síndrome de Tourette y tratadas con raspados de útero.

Para poner solución a tan lamentables situaciones, artesanos enceradores fabricaban reproducciones a escala real de miembros y miembras afectados de costras, pústulas, verrugas, granitos y rojeces. Todos ellos expuestos a menos de veinte metros de mí. Altos y bajorrelieves de piernas, brazos, caras y partes picantonas de un realismo patológico atroz, e incluso un par de niños de cuerpo entero aquejados de tiña y sarampión sobre sus dos camastros de atrezzo.

La exposición, interesantísima. Yo, sin poder ingerir pacíficamente ni un canapé desde la inauguración.

lunes, 2 de marzo de 2009

Crónicas laborales: latrocinio gastronómico

---

En mi trabajo, de cuando en cuando, se inauguran exposiciones culturales o se realizan cursos y congresillos con motivo del ofrecimiento de aperitivos. Es práctica común en administraciones y entes públicos. De mis años universitarios conservo aún en la memoria -y recuerdo con nostalgia y salivación abundante- aquellas mesas redondas sobre las cuales se ofrecían cantidades ingentes de montaditos y otros manjares que yo me encargaba de mermar conforme a mi condición de estudiante simbionte: yo les proporcionaba a ellos sabiduría y ellos a mí comida gratis.

Ahora, plenamente insertado en el mercado laboral, sigo sin superar del todo las tentaciones de Behemot. Si, en siendo un lozano mozalbete, ya me costaba pasar inadvertido entre las mesas de conspicuos congresistas y autoridades académicas, ahora no es para menos. El otro día, sin ir más lejos, tuve que acometer la denodada empresa de proporcionar amena charla a un profesor de Filosofía para ganarme una empanadilla y unas cuantas almendras.

No sé qué impacto tendrá la teoría que improvisé sobre el noúmenos kantiano pero, con un poco más de tiempo y alguna copa de vino, hubiera podido reinterpretarle el Tractatus de Wittgenstein.