lunes, 27 de diciembre de 2010

Primeros pasos para desconfigurar una civilización

Muchos me habéis manifestado, de forma más o menos implícita, vuestro deseo de alterar gravemente la civilización occidental o cualquier otra a vuestro alcance. Os entristece, empero, no saber cómo contribuir a tan magna empresa. A vosotros va dirigido este post. Aquí hallaréis las dos maniobras básicas que han de observarse para terminar con esto de una vez por todas.

En primer lugar, es fundamental conducir en pijama. Cuando cojáis el coche para realizar desplazamientos, hacedlo siempre en pijama. Sembraréis el desconcierto, y ese mismo desconcierto dará lugar a la desmembración social, que sucede en el tiempo, por tanto, al desconcierto y coincide con la desmembración social. Sociólogos y analistas señalan que los grandes revolucionarios, tales como Marx, Lenin o Billie Holiday, fracasaron en sus intentos por no atraverse a incluir este extremo en sus manifiestos y canciones protesta.

Al mismo tiempo, es importante que observéis el segundo paso: pedid en los restaurantes cantidades ilógicas de comida. Doce entrecots con salsa roquefort para una sola persona, por ejemplo. Ningún restaurador cuestionará la petición, y mucho menos se dará cuenta de que estáis destruyendo su civilización. Si queréis precipitar los acontecimientos, hacedlo fuera de horario. Así, podéis pedir esos doce entrecots a las once y media de la mañana. También podéis actuar por defecto, y pedir de comer una pieza de fruta -de fruta pequeña, a ser posible-, si bien los resultados en estos casos aún no se muestran concluyentes ni falta que hace.

Eso sí, id pensando en alternativas, que vivir en la barbarie termina aburriendo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Feliz Navidad, y así sucesivamente

Ya sabéis que no discrimino entre tiempos litúrgicos cuando se trata de desear felicidad, pero lo suyo ahora es que paséis una Feliz Navidad, en compañía de vuestros familiares, amigos y blogs favoritos.

No obstante, os quiero contentos y sonrientes también en Semana Santa e incluso durante el tiempo ordinario.

Y así fue cómo un simple mensaje de felicitación navideña se convirtió en un post de tres párrafos.

domingo, 19 de diciembre de 2010

De aquellas pajas...

Yo puedo concebir que cuando acudo a los concesionarios de coches, los dueños, vendedores, clientes y accionistas mayoritarios, al verme la cara, se froten las manos y urdan maquiavélicos planes, casi siempre consistentes en convencerme de que a mi Polo se le ha roto el condensador de fluzo y en hacerme salir del local, finalmente, con el mismo atuendo con que en los antiguos tebeos la gente abandonaba los casinos: un barril con tirantes.

Me cuesta más asimilar que en La Albayda, céntrico restaurante franquiciado de Murcia, pida yo un revuelto de gulas, gambas y patatas paja, y me pongan un revuelto de gulas, gambas y patatas chips cuidadosamente desmenuzadas tras sentarse, a la vista de los resultados, la cocinera sobre la bolsa.

Tenía yo entendido que lo normal en estos casos, tras la queja oportuna, era una petición de disculpas por los empleados y la asistencia al proceso de sustitución del plato defectuoso por otro que ni has pedido ni te apetece, normalmente tarta de manzana retestinada o cabezas de gamba con olor a lejía. Desde luego, no esperaba que el joven aunque ya canoso camarero me espetara un "¡vaya, te has dado cuenta!" tan jovial como espontáneo.

La próxima vez ya me encargaré yo de que no haya próxima vez.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Prealarma

El temario de la asignatura Derecho Constitucional III se centra en la por todos conocida como parte dogmática de la Constitución, referida al estudio y análisis de los derechos fundamentales y las libertades públicas consagradas en la Sección Primera del Capítulo Segundo de su Título Primero, así como de los mecanismos de garantía y supuestos de suspensión que les afectan. Os lo digo como lo siento, ya me perdonaréis si he sido demasiado brusco.

El intríngulis viene cuando llega el viernes día 3 de diciembre de 2010 y te toca abordar en clase los estados de alarma, excepción y sitio. Y es entonces cuando carraspeas, alzas la voz y declaras en tono solemne y con el dedo índice de la mano derecha absolutamente enhiesto que en España, desde que se instauró la democracia, jamás, nunca, se ha declarado el estado de alarma.

Veintitrés horas antes de que el Consejo de Ministros lo decrete, dejándome por gafe, agorero y zahorí. Pudo ser mucho peor. Ese mismo día también expliqué el estado de excepción y de sitio. ¿Queréis saber de lo que van?

domingo, 12 de diciembre de 2010

Culpad a Toledo

A Toledo, la ciudad que me ha acogido en sus senos generosos durante el pasado puente de la Maculada Constitución, dejándome maltrecho, malherido y malhadado. Ha sido un road-trip lúdico, artístico, litúrgico y gastronómico.

Lúdico, porque se trataba de festejar que José Miguel pronto devendrá padre de familia, y no podrá salir con el grupúsculo de amigos a subir y bajar cuestas toledanas ni pertenecientes a otras ciudades españolas hasta que su hijo alcance la plena capacidad de obrar. Y como las despedidas de soltero vulgares nos resultan vulgares, nos decidimos por un plan tranquilo que nos permitiera emitir leves quejidos de anciano cada vez que nos sentáramos sobre superficies horizontales.

Artístico, porque hemos visto la Catedral, la iglesia de Santo Tomé, de San Juan de los Reyes, de El Salvador, el monasterio de Uclés y hasta el mismísimo Alcázar de Toledo, ubicación del Museo del Ejército y de su exposición sobre guerras, pistolas, uniformes, espadas, cañones y demás parafernalia bélica. Lo mejor, los comentarios de la gente y un traje original de Don José Canalejas que hizo que salivara abundantemente (yo, no Don José). Además, me declaro oficialmente enamorado de "El entierro del Señor de Orgaz", y anhelo la promulgación de una ley que apruebe los matrimonios entre humanos y cuadros de El Greco.

Litúrgico, porque el domingo oímos misa conventual de rito mozárabe a las diez de la mañana. Toda en latín, cantada y pretridentina. Así sí.

Y gastronómico, porque comimos a todas horas alimentos que nos proporcionaban la energía necesaria, que no suficiente, para escalar las calles de Toledo. Para esto último, nada mejor que un buen racimo de croquetas de carne de ciervo para alternar con la ingesta desmesurada de mazapanes.

El próximo post tratará sobre cómo augurar un estado de alarma sin salir de tu municipio.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Exámenes de ayer, de hoy y de siempre: el carnet de conducir

Nunca me ha gustado conducir, porque ni me oriento bien ni dejo de preferir que sean otros (vulgo chóferes, chóferes vulgares) quienes me lleven de aquí para allá, pero noblesse obligue y hace doce años no me quedó más remedio que adentrarme en los cauces administrativos que concluyeron con la obtención del correspondiente carnet. Si bien el examen teórico no presentó demasiados problemas y me dieron el PA+ a la primera, el práctico -o los prácticos, para ser exactos-, merecen (dos) párrafos extra.

La primera vez no empecé del todo bien. A los pocos metros de la línea de salida me paré en un semáforo en verde, quizá por pensar que, si saltárselo en rojo era falta grave, pararse en verde debía de ser sobresaliente cum laude. El examinador, visiblemente molesto, me advirtió de que aquello estaba feísimo. Salvo ese detalle, todo fue bien. O eso pensaba yo hasta que recibí el suspenso oficial. El motivo fue, literalmente, "exceso de prudencia". Pudo tener algo que ver el hecho de que no pasara de segunda durante el trayecto. No obstante y pese a lo justo del fallo, clamé al cielo.

El segundo examinador era un señor a quien sus cerca de quinientos kilogramos de peso conferían cierto aspecto de bonhomía, abotargamiento y congestión cerebral. Aquello me alentó. Descarté la idea primigenia de salir ya directamente en tercera, pero esta vez sí toqueteé la palanca de cambios con alegría y desparpajo. Tan sólo al desembocar en una calle infestada de coches zombies tuve que frenar de manera un poco brusquísima, pero no fue suficiente para merecer el suspenso. Así acabó mi periplo. Mi coche tiene ya nueve años, y sobre él ya se ha escrito mucho. Dejémoslo ahí. En el garaje.

En siguientes entregas: ¿Es posible copiarse durante un examen de alemán en la Escuela de Idiomas mientras la profesora ojea en su mesa un ejemplar de Marie Claire?

lunes, 29 de noviembre de 2010

Riddikulus!

He leído los siete libros de Harry Potter. Es más, llegué a leer hasta dos veces los cuatro primeros, sin causa conocida ni posiblemente cognoscible. Y eso que no me cae bien Mrs. Rowling, que llegó a afirmar que El Señor de los Anillos le parecía aburrido, lento y con muchas descripciones (¡!), o que Albus Dumbledore es, aparte de anciano y venerable, gay (los personajes de Jotacá, por lo visto, existen también fuera de los libros). Sin embargo, dentro del género y en una progresión geométricamente decreciente, confieso que la saga me resulta entretenida. Ni más, ni menos.

Cosa bien distinta son las seis películas y 1/2 que se han rodado, cuyo visionado abandoné a su suerte allá por la quinta entrega. Les reconozco el gran mérito de haber dado con un actor cuyo único talento artístico es parecerse físicamente al atribulado mago protagonista; de haberlo rodeado de una docena de advenedizos a modo de corifeo; y de haberlo mantenido en todas las entregas, pese a que sea ya un bigardo con edad suficiente para ocupar la cartera del Ministerio de Magia.

El resto, grandes actores al servicio de guiones mínimos y la certeza impúdica y patente por los sucesivos directores y guionistas de que, con el tirón de la franquicia, igual daría un guión sólido que un plano fijo de ciento veinte minutos sobre una morcilla de arroz, siempre que apareciera la hache con forma de rayo en el cartel de la peli.

Otro gallo nos habría cantado si hubieran decidido incluir a Leslie Nielsen para interpretar todos los papeles, pero ahora es tarde y no nos queda más remedio que el lamento resentido.

sábado, 27 de noviembre de 2010

De tripas corazón

La primera vez que oí hablar de la serie The walking dead fue gracias a una amiga rubia, bella, docta, culta, calma, queda y copta. Me recriminó mi carencia de interés hacia la problemática zombie, ante lo que yo alegué que no era desinterés sino desgana, ataraxia, apatía y abulia. Ella ama a los zombies. Tiene diez o doce en el patio de su cortijo, perfectamente adiestrados, y los alimenta únicamente de carne proveniente de humanos de renta alta. Agaché la cerviz, consciente de mi inferioridad y de que no soy tan rubio como ella, y me dispuse a ver todos y cada uno de los capítulos, por orden cronológico, por orden alfabético y por orden del señor alcalde.

Confieso que me está fascinando. El primer capítulo puso el listón más bien alto, y en los cuatro que van ha habido irregularidades, pero ahí sigue The walking dead, candidata a ocupar el puesto de serie que jamás suplirá a Lost. La serie se compone de zombies, resistencia humana, armas, sangre, intestino delgado, intestino grueso, tórax, cerebelo, cerebro, masa encefálica, yunque, martillete, alegrías, granaínas y tarantos.

Os la recomiendo. Da un poquito de miedo, y bastante asco generalizado, pero compensa por el mal rato que se pasa y porque aparece un señor calvo disparando al tuntún. Si no os veis capaces, compraos el comic, que también vale. Si tampoco podéis con el comic, ved la serie. Y así sucesivamente.

Muchas gracias.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Asalto generacional

Ayer, disertando con algunos de mis alumnos, salió a colación la genial película Moon y sus reflexiones sobre el derecho, la ética, la empresa y la mismísima vida humana. En tales divagaciones andábamos cuando una alumna me espetó que eso tenía pinta de rollo friki, y yo, que no puedo tolerar que mis alumnos se pierdan joyicas como esa en beneficio de detritus como Avatar, quise bajar Moon del firmamento para que sintieran su calidez y cercanía.

El elenco de actores no es demasiado conocido, ni sus efectos especiales demasiado despampanantes, ni el compositor de su banda sonora demasiado John Williams... Pero siempre hay un camino, y pensé que la genealogía de su director, Duncan Jones, podría servir a mis aviesas intenciones. Porque Duncan Jones es sólo uno de los tres nombres por los que se conoce a Zowie Bowie o Joey Bowie, hijo de David Bowie. ¡De David Bowie!

¿De David Bowie? Impacto cero entre el pupilaje. Caras de extrañeza. Les pregunté si no conocían a David Bowie, el famoso cantante con actual cara de lesbiana vieja. No podía creerlo. Nadie a la de una. Nadie a la de dos, cuando lo relacioné con Mick Jagger, que sí que les sonaba de algo. Una, tímidamente, a la de tres, cuando mencioné Dentro del laberinto.

Esta afrenta a mi juventud no quedará impune. No pienso hablarles de la apasionante vida de Gloria Lasso ni de su nula relación con el ordenamiento jurídico español.


jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi garaje ha explotado (entrada repugnante)

Cuando ayer me disponía a sacar a pasear al coche, bastó abrir la puerta que da al garaje para recibir una vaharada de realidad en avanzado estado de descomposición. Observé por los suelos las cañerías que solían surcar los techos, amén de un líquido turbio y desasosegante que me cerró el apetito y nubló mi entendimiento.

Tras un examen minucioso con entendimiento nublado, concluí que no es justo culpar al garaje. Ni a las cañerías. Su contenido, hasta entonces oculto en los intestinos del edificio, salió a la luz pública de neón que ilumina la estancia, junto con las costumbres higiénicas de mis camaradas de propiedad horizontal. Papeles de periódico, algodón y compresas, entre otras cosas.

Por ahora, bastante tengo con llegar de la entrada al coche y del coche a la entrada con la respiración contenida y sin desfallecer, ni fallecer. Cuando mis niveles de oxígeno se normalicen, comenzaré las pesquisas. Y en cuanto dé con el los culpables, que se preparen para recibir uno de mis famosos e imperceptibles juicios reprobatorios.

martes, 16 de noviembre de 2010

Lunes, máster y miércoles

Este curso, además de embadurnar de juridicidad a los alumnos de los grados de Derecho y Criminología, me dedico a impartir docencia esporádicamente en diversos másteres de postgrado, que, por cierto, se nos han quedado preciosos.

Ayer, durante una de estas sesiones postgraduales, el destino se interpuso en mi camino. No en forma de perro con jamón, sino de dos señores subidos en un andamio que se dedicaron a horadar, con taladradoras nucleares, el muro exterior del aulario, a medio metro escaso debajo de mi aula. En un encomiable ejercicio de sincronización, bastaba con que yo abriera la boca para que apretaran el gatillo. Se impuso el traslado.

Ya en la nueva ubicación, proseguí con las divagaciones acerca del artículo 15 de nuestro texto constitucional. En esas me hallaba cuando, sin previo aviso y para gran sorpresa mía, escuché un sonido como de obturador de cámara de fotos. Al dirigir la vista al lugar de los acontecimientos, di con una alumna con un teléfono móvil aún humeante en sus manos. Confesó, levísimamente turbada, que me había hecho una foto, y que si se lo pedía la borraría sin problema. No supe qué contestar. Si se os ocurre algo, llamad al número que aparece en pantalla. Gracias.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Plácido


Hace dos semanas me encargaron una conferencia, en la Facultad, sobre Bienvenido Mr. Marshall, la España de mediados de siglo, nuestra amistad con Estados Unidos y demás petisoperías. Acepté, claro. Y ayer va Berlanga y se me muere con una desfachatez tal que ha provocado que acabe de volver a ver Plácido.

Qué mejor cruz para la cara de Qué bello es vivir. Ácida, corrosiva, cruel, esperpéntica, verdadera. Jamás viose tal maestría para dar fuerte y flojo a la baja alcurnia, a la caridad mal entendida, a la hiperhipocresía, y a los cuarenta millones de españas -aprox.- que han de helarte el corazón. No sé hacia dónde miraba la censura el día en que Berlanga se presentó con el guión del gran Azcona, pero es increíble que la dejaran pasar con la única condición de cambiarle el nombre (el original era Siente a un pobre en su mesa).

Si no la habéis visto, hacedlo por mí primero y por vosotros después. O sea, dos veces. Como mínimo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cine, del griego κίνημα, -ατος

Además de un hermano que te puede sacar de internet sin anestesia, soy propietario de una hermana, de nombre María Isabel, seis años menor que yo y sometida en consecuencia a mí por derechos de primogenitura y jerarquía dinástica. La mencionada, en un alarde de pragmatismo sin parangón, decidió estudiar Filología clásica y especializarse en griego antiguo, asignatura que imparte con desenvoltura y gracejo en un instituto público situado a lo largo de la geografía española.

En malévola connivencia con su colega bibliotecaria, mi hermana me involucró hace unas semanas en la inauguración de un cinefórum mensual en el mismísimo instituto. Me tocó presentar Sleepy Hollow, de Tim Burton, y he de confesar que mis reparos iniciales se vieron pronto superados por un público estupendo, una ambientación terrorífica y una serie de brownies y bizcochos de todos los colores, sabores y texturas.

La cuestión es que eso pasó el jueves por la tarde. Todos los demás días he tenido clases habituales y clases no habituales o de máster. Hasta cuatro horas seguidas, con pequeños descansos para propinar pequeños sorbos a un botellín de agua mineral. Esa ha sido la tónica general de la semana. El sábado me adherí al sofá, y el domingo decidí que lo mejor era andar quince kilómetros por el campo. ¡Comprendedlo, no me quedaba más remedio que descuidar el blog!

viernes, 29 de octubre de 2010

Administración

Si bien es cierto que muchas de las universidades españolas no están en pleno uso de sus facultades, declaro con orgullo y altivez que trabajo en una de las más estupendas. Pensaréis que digo esto para que lo lea el Rector y acto seguido me designe Doctor Honoris Causa y me dedique un aula magna. A continuación, el Alcalde, vista mi influencia, bautizaría a la Gran Vía con mi nombre y apellido de soltero, o establecería un día festivo para conmemorar mi existencia, o ambos. Habría desfiles, una estatua ecuestre y mucho Barroco francés, y quizá me plantearía conceder títulos nobiliarios a los que me apoyáis con vuestros comentarios en el blog, aunque es seguro que no lo haría. Y así sucesivamente.

El caso es que no lo digo por todo eso -que también-, sino porque afirmar lo contrario sería faltar a la verdad. Si no lo creéis, si la sombra de la duda se cierne sobre vosotros, no tenéis más que estudiar Derecho en nuestra Facultad. Facultad que, como tantas, se compone de departamentos; y los departamentos, de áreas; y las áreas, de profesores; y los profesores, de cabeza, tronco, extremidades, epidermis y asadura o higadillo.

En esa, que es la clasificación tradicional, la escolástica, no aparecen mencionadas unas de las piezas clave de la Universidad, sin cuya presencia la vida sería oscura, monótona y muy probablemente carente de material fungible: los administrativos. Aquí, sobre todo, administrativas. Omitiré datos personales por el momento y porque ellas saben quiénes son. Un cuerpo de administrativas que da gloria verlas de eficientes y geniales que son. Un cuerpazo, en definitiva.

¿Qué? ¿Os he convencido ya? ¿Os venís?

sábado, 23 de octubre de 2010

Botánica automática

Tengo una confesión, de esas que os gustan e impresionan. Ayer me afanaba yo en el jardín de mi madre, entre magnoliophytas que me raspaban el cutis y rizomas carnosos de convalarias letales, mientras las moscas pequeñas de siempre inspeccionaban mi tarea, cuando vi alejarse, rauda y veloz, a una pequeña araña. Era un ejemplar perfecto de la thomisus onustus: blancuzca y transparente, una araña inofensiva y útil a la comunidad.

Entonces bajó el sol y una ráfaga violenta me echó el abundante pelo del pecho sobre los ojos. Al cerrarlos pensé: "¿y si la pequeña Thomisus ha escapado en busca de ayuda? ¿Y si una araña-cangrejo colosal y furiosa está avanzando lentamente a mis espaldas con su ánimo atávico de paralizarme, envolverme en su tela y una vez indefenso, licuar mis entrañas y succionarlas como yo succionaría las suyas si tuviera oportunidad?"

Por un momento la idea pareció tan plausible que dejé caer la pala de jardinería, la cual fue a clavarse en dos cucurbitáceas que me observaban aterradas. Me di la vuelta de repente para enfrentar de una vez el peligro y acabar con todo. Pero no vi araña-cangrejo alguna. En cambio, algo se metió en mi boca. Me horroricé, pero al segundo comprendí que no era más que una de esas moscas inspectoras.

En el mismo instante en que aquel trago tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal.

jueves, 21 de octubre de 2010

Cortesía del telefonillo

Haced el siguiente experimento: acudid a la hora de la siesta al portal de un edificio de doce pisos y llamad a uno al azar. Cuando se ponga el inquilino, preguntad por Enrique y decid que es amigo vuestro y que os gustaría saber dónde vive. Repetidlo cien veces, o mil, para tener una muestra de base suficientemente amplia y generosa. Quisiera, antes de cambiar de párrafo, insistir en lo de la hora de la siesta.

Ayer probé yo. El anciano que me respondió me dijo que no sabía exactamente dónde vivía Enrique, pero que creía que en otra escalera; que esperara un segundo, que iba a preguntarlo a su nuera; que la nuera tampoco sabía dónde vivía, pero que le parecía que en la letra A; que el portero llegaba a las cinco; que le sabía mal no poder ayudarme más; y que si necesitaba algo más no dudara en preguntarle.

Necesito, cuanto antes, los resultados de vuestros experimentos. Si ahora se lleva la bondad humana no quisiera ser el último en enterarme.

domingo, 17 de octubre de 2010

Duro reproche

Me parece un atropello que haga ya diez días que no escribo lo más mínimo en este blog y que no os hayáis puesto en contacto con el Departamento del Tesoro para que me coaccione como me merezco. ¿No es acaso vuestro deber cuidar de este blog y procurar siempre que a su autor no le falten ideas ni tres millones de euros para cuando decida emprender una nueva vida en la Península de Crimea? ¿No os comprometisteis a impedir que este blog permaneciera yermo y baldío durante más de una semana? ¿No recordáis ya los votos que emitisteis antes de permitirme alterar e intercambiar el rumbo de vuestras vidas?

Estos días he estado trabajando en todo lo posible con esmero, cariño, paciencia, dedicación, constancia, presteza, avaricia, pereza, lujuria y gula. Incluso me ha quedado un poco de tiempo libre para permitir que me encarguéis una conferencia para el martes y preparar el tipo de aplauso con el que me agasajaréis. Todo lo hago por vosotros, incluso este rediseño del blog que me procurará tantas y tan merecidas andanadas de invectivas reveladoras de una absoluta carencia del más mínimo gusto estético.

Gracias, en cualquier caso, por la pizza de berenjenas que me comí el viernes. Os salió francamente sabrosa, y no descarto pediros la receta cuando se me acabe el cilantro que me sirve de sustento cotidiano. Gracias también por la camisa que me compré el viernes. Ahora bien, la próxima vez que esté tanto tiempo sin hablaros, hacedme caso y raspadme la cutícula del único dedo índice que me queda en la mano derecha. Sabré interpretarlo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Entrada tremenda de más de tres párrafos

Todo ha comenzado hace una hora y media, cuando me he cruzado con un cura amigo que me ha pedido un favorcillo sin importancia: acompañarlo a bendecir una casa en un barrio de Murcia que queda más o menos absolutamente perdido. Como ya eran las nueve y aún no había acompañado a ningún cura a bendecir una casa, allá que me he ido.

Al llegar, en su coche, a la zona en cuestión, mal habitada y peor iluminada, nos ha salido al encuentro la solicitante de la bendición, una señora bajita, con un brazo tatuado, un piercing y una forma de hablar atropellada e inconexa, aderezos todos ellos suficientes como para disparar todos mis prejuicios a la vez. Y junto con mis prejuicios, cierto conato de pánico invencible.

Hemos bajado del coche y, después de unos cinco minutos andando, la señora ha recapacitado y ha estimado más oportuno ir en coche en vez de andando, porque no sabía muy bien dónde quedaba su nueva casa y creía que estaba más lejos de lo que había pensado en un primer momento. Eso sí, antes de subir en el vehículo nos ha advertido de que aún no le han puesto las luces y de que, pese a desconocer en ese momento su ubicación exacta, tenía la certeza de que íbamos a estar totalmente a oscuras.

El trayecto, de nuevo en el clergycar, hacia la casa, nos ha llevado unos diez minutos, tras recorrer calles vericuéticas y enredadísimas, y desembocar en una placita directamente deshabitada y rodeada de edificios de nueva planta. Yo imaginaba que acabaríamos siendo víctimas de una emboscada fatal que pondría fin a nuestras vidas, o al menos a mi dedo meñique, que es el que siempre se lleva la peor parte en los secuestros. No obstante, he tomado medidas y me he asegurado de hacerle una foto a la señora, que he enviado oportunamente a mi propio correo electrónico con intención confusa para cuando tuviera lugar la investigación policial.

En efecto, no había luz, ni vecinos. La cosa es que tampoco ha habido secuestro -sí bendición- y que la extravagancia de la señora no estaba reñida con una curiosa simpatía ni incluso con una dádiva crematística en sobre cerrado que ha quedado para gastos de la parroquia. Bien pensado, podría yo haber reclamado parte alícuota para pagar la caja de lexatines que, junto con todos mis prejuicios, necesitaré engullir esta noche si pretendo conciliar el sueño.

lunes, 4 de octubre de 2010

Iba él de peregrino

El jueves pasado, camino de casa de mi hermano y de su exnovia, provisto como de costumbre de cuatro pasteles de carne y una botella de vino, divisé en la lontananza a un señor con túnica marrón, largas melenas grises y abundante cabellera en idénticas tonalidades. Completaba el conjunto un báculo de peregrino, un cíngulo bien ceñido y unas sandalias zarrapastrosas.

Cuando nuestros caminos se cruzaron, se dirigió hacia mí y me preguntó por un hostal que quedaba a unos cincuenta coma ocho metros de dónde nos hallábamos. Decidí acompañarlo, porque me pillaba de paso y porque además a ver quién es el guapo que le dice que no a alguien con un cíngulo bien ceñido. De camino, me interesé por su existencia. Me comentó, con marcado acento norteño peninsular, que estaban grabando una serie por los alrededores y que de ahí su mamarrachería. Ya en la puerta del hostal, decidió agasajarme y yuxtapuso dos de las clásicas muestras verbales de cortesía:

"En serio, muchísimas gracias, de verdad que te daría algo, pero no llevo nada encima ahora mismo."

Y, acto seguido:

"Bueno, hasta otra, y muchas gracias, que si no nos ayudáramos entre los locos no sé quién nos iba a ayudar".

Proseguí mi camino. Y fue poco después, a la altura del segundo pastel de carne, cuando decidí quitar del blog la publicidad, los premios y el arbotante.

domingo, 3 de octubre de 2010

Buried (enterrado). La entrada con más spoilers de España

Es osado rodar una película sobre un señor secuestrado y enterrado en un ataúd, porque a poco que uno se descuide le sale una mezcla sin fuste entre La cabina, Saw y Cube, y la originalidad se va a hacer gárgaras. Rodrigo Cortés, que es más listo que el hambre y se sabe la lección, ha eliminado de Buried cualquier elemento misterioso o mágico, y nos presenta a un honrado transportista norteamericano que yace bajo suelo iraquí a la espera de que alguien pague un rescate millonario, con la única compañía de una navaja, un zippo, una linterna bicolor, un boli y una Blackberry.

La cámara no sale del ataúd durante la hora y media de película, y el espectador, para compensar, sale de la película de vez en cuando. Ni por agobio ni por claustrofobia. Más bien por deserción ante el estiramiento hipertrófico de la duración de lo que debió ser mediometraje, y ante la pérdida de tensión por algunas secuencias de un ridículo subido. Destaca el momento en que el guionista decide colocarle una serpiente al prota bajo los jeans, o algunas de las llamadas telefónicas (ojo a la sutilísima denuncia del capitalismo feroz, personificado en el Director de Recursos Humanos de la empresa de transporte).

Al final el bueno muere. Se ve venir cuando graba testamento ológrafo con la Blackberry. El director, por si acaso, se encarga de disipar las dudas que pudiera haber y recurre a engañar al pobre espectador con un falso happy end, al estilo de Haneke en Funny games, pero con menos mala leche y más tontuna. Si se hubiera estado quietecito, a lo mejor los últimos compases me habrían causado un patatús en vez de ganas de beberme la fanta de la señora que se me ha sentado a la derecha.

Todo esto es, naturalmente, exageradísimo. No me hagáis caso e id a verla.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Semana cero

Tras el último día de la primera semana del presente curso académico, me encuentro en disposición de afirmar, ya sin duda, que:

-Este cuatrimestre va a ser movidito. Tengo tanto trabajo que sólo me queda tiempo para llegar tarde a los sitios. Al blog, por ejemplo. Llego tarde una semana más, pero sigo cuidando de vuestras mascotas, que ahora aúllan, y la mayoría han devorado ya los suéteres de lana que con tanto cariño les confeccionasteis para preservarlas de los peligros del espacio exterior.

-La esgrima me ha retomado con gusto. A diferencia de anteriores ediciones, este año no he soportado más agujetas que las mínimas exigidas por ley, y eso está bien. Os sigo animando a que agredáis a vuestros semejantes con armas blancas. Eso sí, siempre donde yo pueda veros, no os vayáis a caer.

-Tras un electro, un análisis de sangre y una radiografía torácica, puedo deciros que me encuentro en perfecto estado de salud. Sobre la salud del Estado prefiero no opinar.

-Después de asistir a la inauguración de dos exposiciones de arte contemporáneo, me sumo en la perplejidad y me sumo a los perplejos. Creo que necesito mi dosis mensual de mahn. Se la pagaré con creces, porque ahora mismo con dinero no puedo.

Mañana, más. O menos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Interiores

Es hora de haceros una confesión. Contaros algo muy íntimo. Y digo "es hora" no sólo porque siempre es alguna hora, de una u otra manera, sino porque es probable que hasta ahora, cada vez que me leyerais, os quedaseis con la sensación de que tenéis muchos datos informativos acerca de mí, pero prácticamente nada que os permita conocer un poco del alma de quien esto escribe.

Y no es justo. Porque vosotros vais desnudando vuestros intersticios en cada comentario, vais dando datos certeros acerca de vuestros gustos en materia de arte, ocio y fiestas del pueblo; vais publicando vuestros pareceres acerca de la miríada de acontecimientos y materias que nos ofrece el mundo, mientras que yo, agazapado tras una enorme pared construida en el sótano de mi individualismo con los ladrillos de mis datos impersonales, devoro vuestras palabras y voy armando identikits de cada uno de vosotros, ya sabéis: como en las pelis. Un gran mapa pinchado de fotos vuestras tomadas con teleobjetivo, en algunas solos y en otras junto a vuestros seres amados; o en actitud de comprar flores, tomar horchata o de estar robando una cartera o un peine. A veces cuelgo en mi pared artículos de periódicos donde dicen algo que os concierne y, si alguna vez quedo con vosotros en persona, os voy robando prendas que también cuelgo allí. Muchos días las uso, porque huelen a vosotros. En especial ese cartapacio lleno de facturas de Unión Fenosa pagadas desde 1989. En alguna ocasión hasta os he sustraído esa mascota que tanto amáis y ahí la tengo, ladrando rabiosamente en la oscuridad con su jersey tan mono aún puesto; o tejiendo febrilmente su tela en el terrario detrás de la caja del Mecano. Mientras, escucho la música que vais diciendo por aquí y leo los libros que me aconsejáis.

De modo que he decidido haceros una confesión, y no ha sido fácil. Sobre todo por aquello de que todas las sombras del mundo me protegen, mientras que cada pequeña luz echa sobre mí la miseria del mundo. Pero ya no quiero esta asimetría. He decidido rasgar el velo que nos separa, y pasar del otro lado. Ahora ya lo sabéis todo. O, al menos, que tengo un Mecano.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Lope

Ayer cometí la imperdonable imprudencia de concederle una oportunidad más al cine histórico español, y fui a ver Lope, la adaptación libre sobre nuestro Félix de los Ingenios. Calificarla de disparate cinematográfico o de engendro tediosísimo sería hacer justicia a una película que cuenta como gran y probablemente única virtud con mostrar sin tapujos la cantidad heroica de mugre que Alberto Amman puede acumular bajo las uñas.

El resto se reparte entre unas interpretaciones dignas de la obra de fin de curso de cualquier instituto de secundaria (Juan Diego, tú antes molabas); un guión torticero, tontucio y babosillo; unos diálogos insulsos y fofos, cuando no directamente de una cursilería intolerable; una ambientación tan bienintencionada como fallida; y una banda sonora que suena a dejà ecouté. Mal, Mr. Waddington, muy mal.

Si finalmente sale victoriosa de la preselección para los Oscar 2011, tendré otro motivo más para no pasar en vela la noche del domingo último del próximo febrero.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ideas locas

Contemplo, desolado, cómo la mayoría de blogs amistosos que nutren mi Google Reader, van pasando paulatinamente de la carpeta "Personalidades" a "Desechos", cementerio en vías de elefantiasis donde conservo los restos de aquellos blogs que pudieron ser y no fueron, que no debieron irse y sí se fueron. Y derramo abundantes lágrimas, en calidad de animal ungulado.

Mi propósito con este espacio es firme: seguir contra viento y marea, en estos terribles tiempos en que cualquier vil rufián dice "ni" a una pobre anciana, y cualquier red social, por exageradamente concisa y confusa que sea, puede sustituir la gracia andaluza de un blog escrito con sangre, excrecencias y vísceras.

Este curso se avecinan novedades. Por lo pronto, en breve inauguraré una nueva línea editorial y cosmética a la que llamaré "Posts impopulares", donde hallaréis las respuestas a preguntas tales como por qué "Cómo conocía a vuestra madre" me parece una aberratio ictus, qué pienso de los deportes de masas, o cómo hago para mantener todo el año la misma tonalidad cetrina.

Y no será la única novedad. ¿Se habrá acabado por fin la tiranía de los tres párrafos? Stay tuned.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Salir de internet

Mi hermano y yo somos hermanos. Salvo por esa insignificancia, nuestras diferencias en lo accidental son tantas como semejanzas en lo esencial. Con tan sólo dos años de diferencia, las divergencias surgieron desde nuestras respectivas tiernas infancias, y mientras yo causaba graves lesiones para la salud física y psíquica de mi profesor de violín, él se convertía en la joven promesa del taekwondo peninsular. Podríamos decir muchas cosas sobre Miguel Juan -al que llamaré así por ser su verdadero nombre- pero nos vamos a conformar con la imagen estereotipada del chico activo, inquieto, nómada y emprendedor.

Así, si bien ambos estudiamos la carrera de Derecho, yo opté pronto por la teoría, y me enfrasqué en la ardua tarea de devanado cerebral en que consiste toda tesis doctoral; Miguel Juan, sin embargo, fiel a su naturaleza ágil y pizpireta, enseguida comenzó a ejercer la abogacía en prestigiosos bufetes de abogados, tarea que compagina hasta el día de hoy con éxito y con prácticamente todas las demás tareas que se pueden llevar a cabo en este mundo, tales como viajar, entrenar para todos los deportes o casarse con mi cuñada.

Su última idea ha sido montar una empresa con algunos colegas. Una empresa que, para ser exactos, te saca de internet en menos que canta un gallo. ¿Han subido a YouTube aquel vídeo en el que aparecías cantando motetes sin licencia? ¿Apareces etiquetado en una foto de Tuenti en cuyos comentarios no hay suficientes faltas de ortografía? ¿Te insultan en un foro por preferir el Batman auténtico de Burton a la patochada de Nolan? ¡Eso ya no volverá a ser un problema! Desde ahora, tu privacidad en internet está tan segura como cubierta la publicidad de mi hermano en este blog.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

De confusiones y confesiones

Cual suerte de Marqués de Bradomín redivivo, no he dejado nunca de considerarme feo, católico y sentimental, y como consecuencia, no hay domingo en que no procure asistir a la Misa correspondiente, camino de la cual los transeúntes se muestran tan molestos por mi aspecto físico como conmovidos por mi hiperestesia. La semana pasada estuve en Oxford, ya sabéis, y me hacía especial ilusión eso de ver cómo era un católico anglosajón, que siempre se me ha antojado tan poco apropiado como un mormón de Nonduermas, famosa pedanía de la Región de Murcia caracterizada por la calidad de sus embutidos.

Pasé, pues, parte del sábado por la tarde de expedición con amigos, y mientras paseábamos, yo me dedicaba a constatar los terribles parecidos entre anglicanismo y catolicismo, que, si bien provechosísimos para el ecumenismo, me fueron terriblemente engorrosos. En efecto, en las iglesias anglicanas hay imágenes, curas, sagrarios, arbotantes y pináculos. Por si fuera poco, no les ponen los nombres que deberían, como San Enrique Octavo o Santa Lady Di, sino que las llaman con nombres del santoral presente -como Pedro, Pablo o María- o futuro -como Kevincostner o Meriyein-.

No albergué apenas dudas cuando di con Saint Mary Magdalene. Un gran cartel anunciaba los horarios de atención pastoral, eucaristías y confesiones. Eso sólo podía ser católico. Debajo, el teléfono móvil del párroco. ¿Para qué correr riesgos cuando podía llamar a las tres de la tarde a un presbítero británico que, tras oír que le llamaba un spanish catholic in trouble, me indicó que él era más anglicano que la copa de un pino y que a doscientas yardas al norte tenía la iglesia de los Black Friars y el Oxford Oratory de Saint Aloysius? Así, el domingo no sólo escuché Misa dominical matutina de 8 en perfecto latín, sino que ahora sé dónde quedan los puntos cardinales y, sobre todo, cómo se camina en yardas.

lunes, 30 de agosto de 2010

A la vuelta de todo

Previo permiso solicitado y concedido a y por las autoridades pertinentes, procedo a la exposición de vivencias, anécdotas y florituras acaecidas en Cambridge y Oxford, cronológica y alfabéticamente hablando.

-El personal de Ryanair, si bien amistoso y cordial en aeropuertos españoles, se muestra hostil y detestable en aeropuertos ingleses. Aquí, ocasionalmente, piden que se introduzca la maleta de mano en un cajoncito simpatiquísimo para constatar que cumple las medidas adecuadas. Allí la perversidad guía sus acciones, y cualquier excusa es buena para cobrar libras a diestro y siniestro. Yo tuve suerte y no me hicieron pasar malos tragos, quizá por el aspecto señorial que me confieren los pantalones vaqueros.

-No voy a hablar de la calidad de la presunta comida inglesa, pero sí de que en aquellos restaurantes tardan en servirte una cantidad desproporcionada de tiempo. Desconozco los motivos, pero, con independencia de lo que se pida, la actitud del comensal ha de ser paciente, comprensiva y de naturaleza armada.

-Como sabéis, ofrecí dos conciertos con mi coro. Uno en la capilla del Sidney Sussex College de Cambridge, y otro en la Christ Church de Oxford. La experiencia fue única, irrepetible e inviolable. Si tenéis oportunidad de cantar allí polifonía española sacra renacentista, no la dejéis escapar. Además, en la Christ Church está la tumba de John Locke.

-Del día 25 al día 29 de agosto de 2010, al menos, en Inglaterra suele hacer frío. Pero frío, frío, de ese que te permite emitir vaporcillo por la boca. Eso no es óbice a que en numerosos locales los aires acondicionados funcionen con muchísima alegría. Así consiguen, entre otras muchas cosas, que el visitante pueda resfriarse y experimentar en su propia garganta el concepto de flema inglesa.

-Me gusta más Cambridge que Oxford. Hay menos garrulos, desde luego, pero además Cambridge es más pequeñito, y lo que pierde en monumentalidad lo gana en ese encanto tan difícil de describir que, por suerte, no puede expresarse con palabras.

-Hice la ruta Tolkien, salvo en lo luctuoso. En efecto, me bebí una pinta de cerveza en The Eagle and Child y visité el Merton College donde don J.R.R. impartió clases. Sin embargo, su tumba pillaba demasiado alejada y la dejé para mejor ocasión, que la habrá. A modo de compensación, me adentré en los terrenos del Magdalene College, donde C.S. Lewis escribía sobre leones, brujas y armarios. Justo después de pasear por el jardín botánico, que tiene unas flores que da gloria verlas de lustrosas y limpias que están.

Por ahora, eso es todo. Habrá más, pero es de noche y tengo que tomarme el melocotón de las diez o será demasiado tarde.

martes, 17 de agosto de 2010

A poco más de una semana

El miércoles que viene, sin ir más lejos, será el día más indicado para emprender la ruta musical británica de Ars Mvsica. Un tour que nos llevará a Cambridge primero y a Oxford después, a ofrecer sendos conciertazos de polifonía renacentista patria. Propósitos:

-Perder algo en el aeropuerto, sufrir una o varias indigestiones, cometer algún hilarante error lingüístico y/o llevarme ropa inadecuada al tiempo atmosférico inglés. Ya me encargaré yo de originar divertidísimas anécdotas en las que todo me sale mal, de esas con las que alimento este blog tan cuco.

- Cantar bien. Creo que allí, además, todo aquel tenor que desafinare, gritare o errare la letra de un motete, será condenado como reo de melofobia a una pena que se situará entre los dos y los cinco años de atenta escucha de los greatest hits de Sergio y Estíbaliz. Dicha pena se impondrá en su mitad superior si concurriere la presencia alevosa de uno o más gallos, o bien se cantare en futuro perfecto de subjuntivo.

-Comprarme algo en un rastrillo benéfico. El año pasado estuve a punto de adquirir una pajarita estupenda, pero la señora que atendía el local no tenía cambio de veinte libras y yo le comenté que volvería más tarde, cosa que hice sin tomar en consideración que a las cinco y diez de la tarde las señoras que atienden los locales ya están cenadas y en camisón.

-Visitar la tumba de Tolkien y beberme, a su salud, una pinta de buena cerveza no demasiado fría y absolutamente desbravada en The Eagle and the Child, el pub donde el genial profesor oxfordiano se reunía con sus coleguis. Puede que, a este respecto, me convenga comprarme en el rastrillo suprascripto una pipa de segunda mano y de primera boca. Qué mejor modo de acabar mi año Tolkien.

-Hacer un buen viaje de vuelta, y asegurarme de que, en caso de accidente aéreo, caigamos sobre una isla con extrañas propiedades que al final no resulte ser lo importante, porque lo importante, qué duda cabe, somos nosotros.

sábado, 14 de agosto de 2010

Entrada escrita en un bar infecto

Esta entrada no tiene más motivo que ser la primera entrada escrita en un bar infecto. No esperéis esta vez giros inesperados de guión; es una entrada meramente intencional, teleológica incluso, y persigue un único fin: que os hagáis cargo de que estoy en un bar infecto. Infecto porque está junto al Mar Menor, y porque hay un montón de gente infecta. He acudido rápido, a petición vuestra, para solicitar wifi por caridad, por calidad y por cantidad y, los muy obsecuentes, me han exigido la previa consumición de un Jim Beam on the rocks para darme un papelito con contraseñas que, tras veinte minutos y un Jim Beam on the rocks, he conseguido descifrar.

A estas alturas de entrada ya deberíais ser conscientes de que estoy en un bar infecto donde, además, van a tocar en un rato cinco simpáticos chicos que se dicen sucesores de los cuatro Beatles. Ignoro cuáles de ellos serán un medio de uno de los componentes de la mítica banda de pop británico, si es que esa es la proporción adecuada. No estoy seguro. Tampoco lo estoy de la hora del magno evento, puesto que en los carteles anunciadores han preferido omitir tal dato.

Llegamos así al tercer párrafo. El último, por tanto. Ahora sí que no hay duda: estoy en un bar infecto, pero tienen wifi. A mi izquierda, un señor calvo con camisa color pistacho chatea con fruición. Enfrente de mí, una chica rubia a la que podríamos calificar de despampanante que tiene la desfachatez de usar un MacBook Pro de más pulgadas que el mío. A mi derecha, un señor de tez morena compensada por la candidez del sucedáneo de alba que le sirve de atuendo, y que muestra señales de ebriedad a la vez que balancea graciosamente un pie mientras se rasca la axila con una mano y con la extremidad superior restante teclea unas cosas tremendas. He ahí el panorama. Venid. Os espero.

domingo, 8 de agosto de 2010

El post del desasosiego

Sigo leyendo. Hasta el 23 de agosto, leo. Leo a Pessoa de forma intermitente, entre otras lecturas, y aprovecho que su Libro del desasosiego está seccionado en 481 puntitos independientes, y aprovecho para agradecerle a mahn que me lo prestara, y aprovecho y le robo el título a don Fernando para redactar esta entrada que, de otra forma, habría quedado hecha unos zorros. Mirad, os dejo aquí unas muestras de la alegría de vivir de este señor con aspecto de empleado de Correos y Telégrafos, que debía de contar unos chistes de órdago. Por si luego queréis picar algo.

"Pedí tan poco a la vida y ese mismo poco la vida me lo negó" (6);
"Cosa arrojada a un lado, trapo caído en el camino, mi ser innoble se finge ante la vida" (37);
"Si me preguntarais si soy feliz, os respondería que no lo soy" (60);
"Todo me cansa, incluso lo que no me cansa; mi alegría es tan dolorosa como mi dolor" (80).
[...]

Y ahora, con permiso, otros puntos más míos, más veraniegos, más tropicales:

"Camino por la orilla del Mediterráneo. Veo a una señora. Mi subjetividad, en sus ensoñaciones, le atribuye doscientos kilogramos de masa repartidos de forma irregular y cóncava. Camina por la playa con desdén, con parsimonia, con un tanga como única prenda de abrigo. Hundo mi cabeza en la arena y rezo una plegaria a los Dioses para que la acojan pronto en el Parnaso. No más tarde de las siete, sugiero" (4);

"Espero el autobús en la parada habitual, junto a la Rua dos Douradores. Recuerdo que olvido que es el que recoge las cabezas de ganado de las discotecas punteras. Me atribulo entre un volumen de garrulos y de abalorios que excede cualquier cómputo. Hundo mi cabeza entre los asientos, pero ni así puedo evitar escuchar graznidos de mentes catatónicas en época de berrea" (8);

"La pirámide poblacional, en mi urbanización, conserva su posición de partida. La base, este verano, es amplia y generosa. Sobre todo, es noctámbula. Los niños gritan hasta tarde. Entre yo y ellos hay un vidrio tenue; por más nítidamente que vea los vea, no puedo tocarlos. Tienen suerte, porque si pudiera, probablemente les abriría el cráneo con un cofrecillo de bronce" (15);

"Concibo, desde mi sensibilidad exacerbada, el propósito de hacer algo de deporte en verano. Moverme, no obstante, me resulta desde luego vulgar y prescindible. Me resigno y atisbo los comienzos de una concepción, desde mi sensibilidad exacerbada, de las agujetas que me van a asaetear en cuanto vuelva a dar más de cinco pasos seguidos" (16);

"Algunas noches acude a mi mente mi propia imagen. Me contemplo como en tercera persona -del singular-. Intento ver Cómo ser John Malkovich para asemejarme a mi prójimo, pese a lo innoble y detestable de mi alma. No desisto, pese a que el volumen de sonido al que se descargó sólo me suele dar para escuchar ciertos levísimos bisbiseos de nuestra escuela de doblaje" (23);

"Últimamente, además de la futilidad trágica de la vida y de la angustia pérfida de los ocasos, me preocupa la cantidad de libras que debería cambiar para mi próximo viaje a Cambridge. Creo que ciento cincuenta es una cantidad apropiada, pero, desamparado y trémulo, hundo mi cabeza en mi cuenta corriente y una lágrima cae en la arena, en la arena cae una lágrima" (42).

miércoles, 4 de agosto de 2010

Hurto con nocturnidad y brisa marina

Aquí me tenéis, infringiendo una vez más la legalidad vigente por vosotros, queridos, indignos merecedores de mis atenciones, mis parabienes y mis antropías. Esta vez, sentado en un duro banco de fría piedra, con el duro portátil de frío aluminio sobre mis duros muslos de fría epidermis, mientras os dedico estas ardientes palabras de cálidas intenciones. Y todo ello, en pleno ejercicio de mi derecho de hurto de megabytes ajenos, de un señor que ha bautizado Wireless a su red inalámbrica y se ha olvidado de protegerla contra blogueros bellos e ingeniosos.

Lo cierto es que si no fuera por la dureza y la frialdad de los elementos suprascriptos y de algunos otros que no menciono por economía lingüística, aquí se estaría incluso muy requetebién. Frente a mí tengo el Mar Menor -laguna salada, apéndice mediterráneo, enclave terceredista-, y corre una deliciosa brisilla que hace ondear mis ondulados bucles de cabellos dorados. Por faltar, falta un enchufe y algo de estabilidad en la red. Por sobrar, quizá esa pareja mixta que se hace arrumacos subacuáticos a escasos metros de distancia. No me malinterpretéis: no por moral, dada por ausente en estos parajes en los que el género humano no tiene nada de género ni de humano, sino por la vergüenza ajena y el arrebato que me provocan las muestras gratuitas de cursilería atroz.

Ahora que la pareja ha sido sustituida por un abuelo, su nieto y un caniche blanco e inquietante, os doy las cinco pinceladas sueltas de mi verano intensísimo y cumplo así con mi cometido: estoy leyendo más incluso de lo que me he propuesto, con grandes descubrimientos de los que os hablaré a la vuelta; descanso y trabajo en proporción armónica y áurea; de vez en cuando, riego mis redes sociales virtuales, postergadas estos últimos meses; contacto con algún semejante de aquellos a quienes no veo más que unos días al año y me recreo y deleito en conversaciones estupendas; y, sobre todo y en último lugar, el iPhone 4 que me compré el viernes pasado va de maravilla y, si os quedara algo de decencia, la malgastaríais envidiándome.

Disculpas solicitadas y concedidas por la prolongación excesiva de mis tres párrafos anteriores, únicos válidos a la hora del recuento. Gracias.

miércoles, 28 de julio de 2010

Casi casi

Ayer, justo cuando iba a escribir la entrada más interesante de la historia de mi blog, ONO me dejó sin conexión a internet durante el tiempo suficiente como para convertirme en presa del sueño en un cerrar y cerrar de ojos. Hoy me siento mermado y ceniciento, así que no esperéis más que un poco de cine y algo de proyección veraniega.

En efecto, he visto Toy Story 3 y no pienso hacer spoilers, pero creo que, junto a The Road, es la mejor película de este curso. Los señores de Pixar son unos genios. Cuando la hayáis visto todos, me lo decís y ya lo hablamos con más calma. Lo que ocurre es que cada vez es más difícil diferenciar las películas de animación óptimas de las pésimas. En la sección trailers aparecieron ayer tres nuevos largometrajes digitales, ni más ni menos. ¿Cómo saber cuáles siguen la genealogía que inauguró Toy Story? ¿Cómo asegurarnos de no acabar viendo una película sobre autosuperación protagonizada por una ameba que habla?

Por lo demás, el viernes huyo hacia tierras más húmedas primero y más húmedas que las más húmedas después. En efecto, acabaré el verano pasando de la playa a Cambridge y Oxford. Cinco días en compañía de los chicos del coro que culminarán con sendos conciertazos que van a provocar estupor en el flemático y mortecino público anglosajón. Alguna entrada escribiré, ne timeatis, pero vamos, que os dejo las llaves del blog para que comentéis, os peleéis y reguéis las plantas. Cuando vuelva, eso sí, lo quiero todo recogido.

jueves, 15 de julio de 2010

Literatura estival

A José Luis Perales esos días del otoño le ponían triste. No entraré en polémicas. A mí, estos días de verano, si me descuido, me aburren. Es cierto que hay arena, sombrillas, medusas, moluscos, olas, pelotas de nivea y, por las noches, incluso tractores que dejan la playa como los chorros del oro. Todo eso debería bastar para mantenerme enjugascado, es verdad, pero la mayoría de las ocasiones se revelan factores insuficientes para procurarme la felicidad absoluta. Los libros que acopio para el verano sirven para completar la jugada y llegar así a un estado intermedio entre el nirvana y la apoplejía.

Este año va a tocar terminar la segunda lectura de El Silmarillion; Los Inklings, de Humphrey Carpenter, como colofón a mi particular año Tolkien; la selección de Gredos de Tragedias de Sófocles; El libro de las ilusiones, de Auster; las Conversaciones con Woody Allen; La invención de lo humano, de Higinio Marín; los artículos que me quedan de Por qué soy católico, de Chesterton; y Jerusalén y El señor Henri, de Gonçalo Tavares. Cuando vuelva me esperan las Memorias de ultratumba, sobre las que albergo expectativas exageradísimas.

Las fuerzas del mal insisten en que me termine El Golem, de Gustav Meyrink, pero es tan sórdido, onírico y terrorífico que provoca en quien lo lee pánico invencible y mucho han de insistir aún las mencionadas fuerzas para que continúe con su lectura desde la página treinta y tantos, donde lo dejé. Se admiten sugerencias, siempre que provengan de las fuerzas del bien.

ADDENDA: esta misma tarde, un amigo que antes estaba más gordo y ahora ha adelgazado un disparate, me ha dejado La ofensa, de Menéndez Salmón, y El libro del desasosiego, de Pessoa. Otro, sin embargo, ha hecho lo propio con La caverna, de Saramago. Qué pulsión irrefrenable de leerlos todos a la vez, recórcholis.

martes, 13 de julio de 2010

Post inconexo, inconcluso y mártir

El primer fin de semana en la playa ha arrojado los siguientes dividendos:

-Me he quemado. A diferencia del año pasado, esta vez sí he aplicado el contenido del bote de crema caducada en los lugares y con la precisión requerida, y luzco así una superficie damnificada homogénea y envidiable.

-El sábado se me acabó el butano. Es cierto que pude hablar con el portero de la finca y sobornarle para que me subiera otra bombona, pero preferí dejarlo estar y alimentarme únicamente de pizzas y helados Häagen Dazs. El fin de semana que viene consideraré el resto de opciones, si es que existen.

-No he sentido el más mínimo remordimiento por no haberme llevado nada de trabajo, pero ahora que lo escribo me invade la culpabilidad y necesito recuperar el tiempo perdido como sea.

-He leído Seda, de Alessandro Baricco, y me ha gustado mucho. Qué señor más fino.

-No sé si por los efectos del mar o por el cansancio acumulado, creo haber dormido más tiempo que el permitido por ley. Y todo con la tensión alta en dos.

-Sigo prefiriendo el mar menor al mar mayor. El menor es más pequeño, tiene más sal y más ancianos con los que aprender valiosas lecciones sobre la vida. El mayor es mucho más comercial.

-He llamado por teléfono a varias personas con las que hacía tiempo que no hablaba. Con algunas no hablaba desde hacía treinta y un años de edad.

-Compruebo, abatido, que el vendedor pregonero de las tres-toallas-grandes-de-baño-por-tres-euros-señora no se ha retirado de la profesión. Antes bien, sigue pasando por mi casa a una hora lo suficientemente temprana como para despertarme lanzando denuestos contra el gremio textil.

-Celebré el resultado del Mundial en la terraza de un séptimo piso, observando en plano picado una bandera de España pintada en la calva graciosísima del vecino del primero.

¿Veis como yo también hablo de fútbol?

martes, 6 de julio de 2010

Cosas que debo hacer urgentemente y que, por tanto, me dan pereza infinita: las gestiones bancarias

Mis amigos banqueros y empresarios me han convencido de que la Caja de Ahorros donde tengo depositadas todas mis riquezas espirituales y materiales está próxima al cataclismo nu-ce-lar, de que los dineros que guardo para mis exequias corren un riesgo gravísimo, y de un montón de exageraciones hiperbólicas más que os deberían llevar a la extracción de la primera moraleja: no tengáis nunca amigos banqueros ni empresarios. No merecen la pena.

Una vez que te notan suficientemente alarmado, en lugar de aconsejarte la táctica definitiva para conservar intacto el patrimonio, los amigos banqueros y empresarios se van a beber coñac y a fumarse un puro con sus largos colmillos y sus gafas de sol redondas. Y ahí te quedas tú, con la incertidumbre que da el no saber de qué va exactamente la crisis económica pero tener a la vez la certeza absoluta de que descargará toda su furia sobre ti.

En este contexto, lo prudente sería dedicar una mañana a pasearse por bancos y cajas de ahorro, recabar información, contrastarla y optar por lo más conveniente. Pero, una vez más, la prudencia está reñida conmigo. Porque además de no tener ni idea de si lo mejor para mí es un plazo fijo, o variable, o algo con T.A.E., o un plan de pensiones, o una histerectomía, aquí en Murcia estamos a casi cuarenta grados. Y eso, señores míos, es de todo punto intolerable.

domingo, 4 de julio de 2010

Animales domésticos

Todos los años lo mismo. Todos los días lo mismo. Todas las noches lo mismo. Tras las últimas abluciones, las oraciones nocturnas y la lectura de uno o dos capítulos de cualquier obra literaria que me permita mantener el estatus de cultureta livianamente pomposo, apago las luces, bajo las persianas y me dispongo a bucear por mi subconsciente, que últimamente hace unos disparates propios de Don Francisco de Goya.

Pero no. Resulta que cerca de casa, por lo visto, hay una granja de dípteros nematóceros, vulgo mosquitos, vulgo inmundicia voladora. El caso es que el ritual se cumple inexorable: en el momento más inesperado se me acercan y me susurran al oído las últimas noticias del panorama internacional, o me cantan bellas tonadillas que componen durante el día, o se alimentan de mi sangre, azucarillos y aguardiente.

Lo peor es que siguen sin darme resultado los remedios innovadores, y me veo abocado a recurrir al Raid Antimosquitos, vulgo flix, vulgo flí (con tilde para distinguirla de "fli"), que, al ser aplicado en un estado de consciencia maltrecha, provoca, a corto plazo, inoportuna roción de almohada y colcha; a medio, risitas ahogadas de los dípteros; y a largo, propia muerte por intoxicación. Estamos en lo de siempre: ¿algún método infalible?

domingo, 27 de junio de 2010

Something completely different

El jueves pasado acabé de corregir los exámenes de mis alumnos, convocatoria de junio, aula 3.5, 30001, Murcia. Por tanto, según el imaginario colectivo, ahora mismo estoy en la playa, disfrutando de una caipirinha con una tapa de morcón y tumbado en un salón reclinable policromado con gruesas franjas azules y blancas. Voy a sacaros del error, que luego se me hace tardísimo.

Para empezar, ahora empieza la fase preparatoria del curso que viene. Actas, repartos de horarios, guías docentes, descanso para ingerir barbitúricos, llamamientos de exámenes de septiembre, diseño de prácticas, dolor de corazón y propósito de enmienda. Entre otras cosas. A eso sumadle que estoy trabajando en dos capítulos para sendos libros que me están quedando chupis, y que a la vuelta quizá tenga que acudir a un congreso que quedaría deslucidísimo sin mí.

¿Quiere esto decir que miraré el mar desde el monitor de mi ordenador, como en ínclitas fases de tesis ubérrimas? No, tanto no. ¿Casi? Espero que tampoco. Habrá playa, sangre y arena. Es más: el 25 de agosto, si las Parcas no lo impiden, viajaré con Ars Mvsica a Cambridge a dar un conciertazo allí y otro, si se tercia, en Londres, y volveré el día 29 con ocho anécdotas jugosísimas que os narraré con gusto. Pero nada de eso sería posible sin vuestra colaboración, así que venga, vamos, manos a la obra.

miércoles, 23 de junio de 2010

Gins and Tonics

Hasta el sábado pasado mi vida transcurría, alcohólicamente hablando, en un idílico paraíso de dulzura y melosidad. Ahogaba mi rechazo a las bebidas amargas en moscateles, rones, mojitos y, para los momentos más delicados, dosis esporádicas de bourbon, el gemelo bueno del whisky. Así, cuando mis amigos se cansaban de excluirme de conversaciones por no conocer las aventuras de Tintín ni las de Astérix, me incluían en círculos de mofa, befa y escarnio por no beber como los hombres ni mascar tabaco, costumbre esta última arraigadísima en Murcia.

Sin embargo, todo eso pasó a la historia. El sábado, mi amigo Satur organizó una deliciosa soirée en su casa, consistente en una cena estupenda preparada por las expertas manos del anfitrión, de José Miguel (debería sonaros ya) y de este su humilde servidor, y deglutida por once comensales en la terraza de un ático a la luz de antorchas con melodías retropops de fondo. Como colofón y culmen, una cata de ginebras.

Es cierto que la tónica era la inimitable Fever Tree y las ginebras, ni más ni menos que raza Martin Miller y Tanqueray nº TEN, el rien ne va plus. Adornaba el conjunto la consabida corteza de limón murciano y unas semillitas de enebro y cardamomo, al gusto. Incluso, para los más osados, una leve roción de vinagre de cava. No quise llegar a tanto. Tampoco hizo falta. Desde el sábado, podéis considerarme un hombre. Un hombre que destila amargura. Amargura destilada, por tanto.

martes, 22 de junio de 2010

Tintín, Astérix

Los dos. Los dos comics que tendría que haber leído en mi infancia para no sentirme ahora solo, fané y descangayado cada vez que alguien hace una referencia a alguno de ellos. No sé cómo me pudo pasar ni cómo se me pudo pasar. Leía a Mortadelo, a Zipi y Zape, a Pepe Gotera y Otilio, al Botones Sacarino, a Carpanta, a un montón de secundarios más y al genial Superlópez, que merece un post aparte por historias tan alucinantes como "La gran Superproducción" o "El señor de los chupetes", cuyas líneas de diálogo, si tuviéramos un mínimo de vergüenza, recitaríamos como un cristiano recita el Padrenuestro o un saxofonista la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.

Otra entrada dedicaré a Mafalda, a ella solita. Su sola mención provoca en mí recogimiento, veneración y nostalgia actualizada año tras año gracias a la costumbre de revisarlos, del cero al once, al menos una vez cada doce meses.

Pero ni tintines ni astérixes. No preguntéis la razón; no la hay, y si la hay, no la conozco. O, más bien: no la conozco, y si la conozco, no la hay. La cuestión es: ¿estoy aún a tiempo? O dicho de otra forma: ¿podré todavía reinsertarme en las conversaciones que me faltan? O mejor aún: ¿por qué no os dejáis ya de tonterías y empezáis a entregarme todos vuestros bienes materiales?

viernes, 18 de junio de 2010

Orientación

Sólo os quería decir que esta mañana, de camino a casa, unas chicas simpatiquísimas acompañadas de un chico andrajoso aunque también simpatiquísimo me han preguntado en inglés por la Catedral. Como he notado que su acento presentaba ciertas peculiaridades y sus expresiones estaban teñidas de frecuentes giros idiomáticos, les he preguntado por su proveniencia y se han confesado más australianas que vosotros y yo juntos. Ante tal alarde de antipodismo no me ha quedado más remedio que acompañarlas en persona hasta el punto de destino y hablarles con encomiable grado de detalle acerca del Cardenal Belluga.

Diez segundos después y a diez metros de distancia del punto de despedida de las simpátiquísimas aborígenes, dos señoras ancianas, mas aún bellas, se han dirigido a mí para que les indicase la dirección de la calle San Lorenzo. Aturdido por la infrecuente yuxtaposición de los acontecimientos, les he indicado una dirección seguramente opuesta a la calle San Lorenzo, cuyo paradero desconocía entonces y con más razón desconozco ahora.

Hasta llegar a casa me he cruzado con otras dos personas solicitando información sobre paraderos ignotos a miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

No sé qué ocurre hoy, pero menudo argumento para una película de M. Night Shyamalan.

martes, 15 de junio de 2010

En época de exámenes

Aprovecho que pasado mañana examino a mis alumnos de Derecho Constitucional II para rememorar en este post un dos por ciento de esa época de mi vida que, según la opinión de los expertos, es la mejor de todas, y que, en el caso del que suscribe, fue un cúmulo innecesario de clases, exámenes, nervios, acné y grasas polisaturadas.

Como sabéis, en la Universidad hay dos tipos de estudiantes: los fuertes y los gilís. Me temo que yo era un gilí, si bien es cierto que nunca llevé tirantes ni presidí el club de ajedrez de la Facultad. Tampoco era de los que, en otro de los extremos opuestos, se empeñaban en acabar la carrera a los ciento ocho años mediante las dos únicas fórmulas que existen a tal fin: la dedicación a la política universitaria y la pertenencia a bandas universitarias de naturaleza armada, vulgo tuna (del inglés, "atún"). Me dedicaba a ir a clase, a estudiar como un cosaco del averno y a desayunar empanadillas con ensaladilla, como todo estudiante de Derecho esforzado y ejemplar.

Corrían otros tiempos, desde luego, y los universitarios no podíamos permitirnos asignaturas optativas, ni libres configuraciones, ni becas erasmus ni condimentos de tal ralea con los que pudiera disiparse el rigor que nos exigían unos señores circunspectos con amplias barbas y bigotes que usaban levitas, chisteras y bastones con empuñadura de ámbar. Gracias a ellos y a las empanadillas con ensaladilla se gestó una generación de estadistas, próceres y líderes natos.

Somos nosotros los que, precisamente por haber nacido en 1978, tenemos la costumbre de examinar de Derecho Constitucional a nuestros alumnos cada 17 de junio.



jueves, 10 de junio de 2010

Murcia, Japón, Suecia

Ayer celebramos el día de la Constitución murciana de 1982, de la murciandad, del morcón, de la alpargata y del orgullo huertano. En épocas de bonanza económica proyectábamos en riguroso directo, para toda la península, para todas las zonas insulares e incluso para las ciudades autónomas, la Gala "Murcia, qué hermosa eres", a veces presentada por Ramón García, otras no, pero siempre ingeniosa y finísima. Ahora, en momentos de carestía, conmemoro el aniversario de la firma de mi estatuto alquilando dos películas.

La primera, cronológicamente hablando, "Rashōmon", de Kurosawa. Lo que diré a partir de ahora, ya os voy avisando, provocará el desprecio y la crítica atroz de todos mis amigos cinéfilos y de algún otro que aprovechará la situación para despreciarme y criticarme atrozmente: no me gustó. Es más, me aburrió. A la hora de la siesta, en un día ajetreado de un mes ajetreado, el cuerpo me pedía más marcha que la que ofrece una hora y media de japoneses en blanco y negro. En penitencia, estaré un mes sin ponerme las gafas de pasta, vale.

La segunda, "Déjame entrar". Me la habían recomendado los amigos cinéfilos que ahora me desprecian y me critican atrozmente, por ser sueca y de vampiros. ¿Quién puede resistirse a una película sueca de vampiros? Pues eso, una joyita. Tierna y brutal, delicada y grotesca. Fría, contenida, de ritmo pausado pero constante. Tremenda historia de amor gótico, o románico, o amistad, qué sé yo, entre un niño rubio víctima de acoso escolar y una niña morena más vampira que vosotros y yo juntos. Y ni un solo japonés, que mira que se ponen pesados a veces.

miércoles, 2 de junio de 2010

I.T.V.

El sábado cogí el coche dispuesto a cometer fechorías con unos amigos en la provincia de Cartagena. De camino, José Miguel, perspicaz como él solo, se preguntó y me preguntó por la razón que me llevaba a hacer ostentación de una pegatina roja en la luna delantera, reveladora de que en octubre de 2009 tenía que haber pasado por la inspección técnica de vehículos, pocos días después de la celebración de mi onomástica. Desde ese momento hasta el regreso a Murcia, tras las fechorías, no pude evitar conducir con precaución extrema y con las manos al volante en posición de dos menos diez, empapado en sudor frío y con síntomas inequívocos de síndrome de Tourette.

El domingo, como tocaba descansar, dejé el coche en el garaje a salvo de guardias civiles y miembros de las Fuerzas Armadas. El lunes, a primera hora de la mañana y sin recordar del todo bien ni dónde ni cómo se pasaba la I.T.V., salí de casa y conduje, con más precaución si cabe que en el párrafo anterior, hacia lo que Google Maps señalaba como taller habilitado para la inspección de vehículos por la Consejería de Universidades, Empresa e Investigación. Lo que allí aconteció daría para varios tratados de Antropología o Gastronomía, a elegir, pero ahora estáis de exámenes y procuraré resumir al máximo.

Comencé haciendo cola durante un cuarto de hora aproximadamente, al cabo del cual reparé en que el pago era previo a la cola y que por eso todos me señalaban con el dedo según mi percepción de la realidad, algo deshilvanada en ocasiones. Bajé del coche y entré en una oficina inhóspita con carteles acerca de la documentación requerida para dar comienzo a los trámites. Intenté entonces acordarme de qué forma tiene un permiso de circulación o cuál era la textura y sabor de la ficha técnica del vehículo, hasta que di con ellos merced a mi paciencia a la hora de dejar pasar a todos los que llegaban después de mí, que observaban cómo yo, a esas alturas, había esparcido por toda la oficina inhóspita el contenido de la guantera del vehículo. Una vez pagados los treinta con diez euros, me retiré al coche e intenté colarme, aviesa intención que habría fructificado de no ser por la admonición del conductor de un Seat Supermirafiori de decoración manierista, que me invitó a posar mis cuatro ruedas ocho coches más atrás. Casi dos horas más tarde, impregnadas de instructivas conversaciones acerca de la crisis económica con un ebanista al que le faltaban cuatro dedos y una señora de cardado rubio y cadera ancha que se quejaba mucho del calor y se apoyaba en el capó de mi coche para combatirlo, salí airoso, con otra pegatina roja y convencido de que tendrán que pasar otros dos años y siete meses para que José Miguel me vuelva a amonestar por no haber pasado a tiempo la I.T.V. en las vísperas de una merecidísima tarde de fechorías.

jueves, 27 de mayo de 2010

Bueno, vale, va, el final de Lost

(OJO: ESTA ENTRADA NO CONTIENE DEMASIADOS SPOILERS)

A las 5:50 am de la madrugada del pasado lunes sonó el despertador. Era el momento de levantarme, perjurar en arameo contemporáneo, ducharme, recoger a Andrés, montar en el coche, pitar como un poseso al coche que obstruía la salida del garaje y llegar a las 6:30 am a casa de José Miguel para reencontrarme, después de tantas horas, con Emilio, Alfonso, Tania, Irene, Fuen y los dos que ya han sido mencionados y cuyos nombres no repetiré para no crear recelos innecesarios.

Y así vimos el tremendo final de Lost. A mí sí me gustó. Me gustó mucho. Muchísimo. Todo y todos apuntaba y apuntaban a que el fraude iba a ser morrocotudo, después de una sexta temporada más flojucha que las anteriores. Sin embargo, los guionistas me han convencido: Lost ha acabado como tenía que acabar. Hace tiempo asumí que la única forma de disfrutar al máximo de la serie era abandonarse en las triquiñuelas, engaños y cuchufletas de los guionistas. Quizá eso haya ayudado.

Ahora asisto a un panorama generalizado de televidentes que se sienten estafados ante un final al que acusan de demasiado abierto y de no dar respuesta satisfactoria (ni de ningún otro tipo) a los setecientos dieciocho enigmas planteados. Yo prefiero que las cosas hayan quedado así, y no tanto por conformismo o lobotomización como por entender que es la forma más elegante de mantener la magia que ha impregnado la tónica general de la mejor serie de televisión de todos los tiempos, después, claro, de "Los problemas crecen".

domingo, 23 de mayo de 2010

El último touché

Ayer aconteció el último torneo de esgrima de la temporada. Lo malo de tener como sala de armas una ínfima parte interior de las instalaciones de una piscina pública es que, con la llegada de los rigores del implacaba lorenzo, la apertura de la piscina a las masas provoca el cierre de la sala a las élites, como alguna vez hubiera escrito Ortega.

El Torneo Federación se caracteriza por ser una competición por equipos. No entraré ahora en detalles tan innecesarios como superfluos, pero básteos saber que cada equipo cuenta con tres tiradores y que mi equipo, llamado "Los hombres del negro" en homenaje al color que pigmenta la epidermis de nuestro maestro, llegó a semifinales. Al suscribiente le acompañaban una joven y prometedora estrella de la esgrima que reconoce en mí autoridad y padrinazgo y un experimentado espadachín de mirada torva y cubata predispuesto.

Como ocurre en estos casos, nunca falta el equipo tahúr, marrullero y bravucón. Con el nombre de "Los Masqueperros", año tras año se han venido alzando con la victoria haciendo uso de malas artes y torticerías diversas. Quién les habría dicho que esta vez saldrían por la puerta trasera tras el primer asalto contra nuestro equipo, humilde pero hacendoso. Abandono por tanto la sala y la temporada con la satisfacción de haber acabado con la hegemonía del Mal y, por qué no decirlo, con agujetas hasta en el epigastrio.

martes, 18 de mayo de 2010

Barado

Camino del trabajo atravieso diariamente montes, lagos, mesetas y placas tectónicas. Durante el trayecto, últimamente amenizado por las tonadillas de Tomkins y Josquin, descubro milagros de la naturaleza y aberraciones deleznables. Entre estas últimas no tengo más remedio que referirme a un restaurante cuyo nombre omitiré por decoro, por educación y porque no sé cuál es, tal es mi grado de desinterés hacia el local.

Lo primero que llama la atención es que el dueño, en un alarde de originalidad, ha decidido conferir a su establecimiento un carácter marcadamente marítimo y marinero. A tal fin, entre otras medidas adoptadas, ha disfrazado a sus pobres camareros de marineritos, con unos uniformes que da gloria verlos, con sus galones y todo. Pero eso no es lo mejor.

Lo mejor, decíamos, no es eso. Dentro del menú que se exhibe, impúdico, en la ya clásica pizarra externa, podemos leer platos tales como "huragán de langostinos" (la tilde es cortesía de mi parte) o "delecias de calamar". Todo en términos tan náuticos como vulneradores de las reglas más básicas del castellano escrito-nivel básico. El día menos pensado me detendré y, con una tiza recién sacada del aula, retocaré todo lo retocable. Lo de cambiar de ropa a los camareros me llevará algo más de tiempo.

jueves, 13 de mayo de 2010

Crash

Mi cochazo se ha portado como un campeón. Es cierto que hacía ñiquiñiquiñiqui hace unos meses, pero el pobre cumplirá siete años en septiembre, y ya sabéis que un año automovilístico equivale a tres años caninos y dos premolares. Sin embargo, tal vez por el mero gusto de hacer mudanza en su costumbre, anteayer decidió que no apagaría dos de las tres lucecitas que deben apagarse al encender el motor. Automática y automovilísticamente miré el manual de instrucciones, donde leí que, si esos pilotitos en concreto permanecen encendidos, lo mejor es llamar al taller o rezar una novena a San Cristóbal y luego llamar al taller.

El mecánico me dijo que apagarlos me saldría por unos doscientos y pico euros, pero que además el coche tenía que haber pasado la revisión en enero, y que además el filtro de polen estaba asqueroso de tanto polen y tanta porquería primaveral, porque la primavera es un asco, aunque eso último quizá no lo dijo el mecánico y es una cosa que yo pienso. Antes de que continuara, le corté y pregunté por el montante. Unos cuatrocientos cincuenta. Fueron cuatrocientos cuarenta y nueve y un céntimo de euro, que me ahorró para no parecer descortés.

Esto es la debacle. Ahora sólo es cuestión de esperar. Lo próximo, seguro, tendrá que ver con el filange izquierdo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Virus y virales

Es curioso. Un amigo anónimo, probablemente mujer, probablemente argentina y rubia, y probablemente amante de París, de Jorge Luis Borges y de los nombres de los pueblos de Murcia, abrió hace poco una página en Facebook a la que bautizó con un sugerente "Para que Angel Cobacho no cierre su blog". Así, sin tilde ni nada. Por si fuera poco, nombró como segundo de a bordo a un secuaz anónimo, probablemente compañero mío de coro, probablemente tenor agudo, probablemente odontólogo y muy probablemente aficionado contumaz a juegos de mesa tales como el parchís, la ruleta rusa o el caldero.

Ni qué decir tiene que yo jamás he pensado en cerrar el blog, y que si ahora lo riego menos es, como muchas veces he dicho, porque la actividad docente e investigadora se está intensificando y el birrete molesta muchísimo a la hora de escribir entradas. Es cierto que podría transcribir mis últimos artículos, y que me lo agradeceríais igualmente, pero no quisiera abusar de vuestra paciencia, aunque el que abusa, por otra parte, no es traidor.

En cualquier caso, toda esta campaña viral de la talla de NomiresMTV o del No-Typicall ha redundado en un aumento considerable del número de mis seguidores. A día de ayer, cincuenta y ocho. A día de hoy, sesenta y nueve. A día de mañana, nunca lo sabremos. Y claro, es cierto que donde leen cuatro leen cinco, pero no puedo evitar preguntarme quiénes diantres sois, y os agradecería sobremanera que me dejéis, si lo tenéis a bien, vuestros datos personales junto con el donativo que se requiere para permanecer más de una semana en mi seno.

Dios os lo pague.

sábado, 1 de mayo de 2010

Ajo y agua

Hoy he tenido oportunidad de degustar un maravilloso caldero murciano. Para quien no lo sepa, el maravilloso caldero murciano es un plato consistente en arroz cocido con gusto a pimientos secos y a trozos de cabeza de pescado. Como, si todos esos datos constaran en el nombre, sólo se lo comerían las mascotas de nuestros criados, decidieron ponerle "caldero", que queda estupendamente. El susodicho plato suele, además, aliñarse con ajo (vulgo "ali-oli", más vulgo "ajoaceite"), que los comensales administran en cantidades generosas, rayanas en lo hipertrófico y/o grotesco. ¿Por qué os cuento todo esto? Porque hoy, por mucho que lo deseéis, no os aconsejo que os acerquéis a mí a menos de quince yardas.

Quizá debido a lo anterior, justo cuando me disponía a proceder con el sacrosanto ritual de la siesta quotidiana, el cielo ha caído sobre mi cabeza en forma de gotas de agua de creciente grosor y textura oscilante entre la líquida y la sólida. ¿Por qué os cuento todo esto, una vez más? Porque mañana pensaba hacer una segunda excursión incursiva (o incursión excursiva) en las actividades senderísticas, pero si esto sigue así tendré que quedarme en casa espiando con los binoculares al vecino de enfrente. Creo que está a punto de cometer un horrible crimen.

Este nuevo párrafo sólo sirve para darle la razón a @ruf, para despedirme y para deciros que el oraldine, no sólo pica muchísimo, sino que es nocivo y perjudicial.

lunes, 26 de abril de 2010

Etnia de hiato

Esta mañana, en el bar donde suelo desayunar, hemos estado mi jefe, mi otro jefe y yo -en calidad de tercero de mis jefes- arreglando el mundo como de costumbre. Notaréis que últimamente las cosas os van mejor. Es por nosotros. La vida, la muerte, la otra vida, la otra muerte, la literatura, la política, la filosofía, la magra con tomate... Prácticamente nada escapa a nuestras garras dialécticas penetrantes, incisivas, caninas y premolares. Ni siquiera algún comentario esporádico sobre la raza calé, algún comentario digamos... despectivo, despectivillo. Repitiendo, quizá, estereotipos ya en nuestro acervo cultural como inocuos, inofensivos, gratificantes, elogiables incluso. Nada grave.

Nada grave, claro, a no ser que dos miembros de esa misma etnia, caleses de tamaño familiar, estén situados detrás de ti engullendo sus viandas en silencio iracundo.

Si no llega a ser por uno de mis jefes y por sus patadas por debajo de la mesa, ahora mismo podría estar pagando cara mi xenofobia en el hospital del condado.

A propósito, diga lo que diga Facebook, este blog no cierra ahora ni ha cerrado nunca ni cerrará jamás.

martes, 20 de abril de 2010

Blog, blogis

Este jueves participaré en un café-tertulia sobre blogs y literatura en Murcia. Hablaré de mi blog, en definidas cuentas. De cómo empezó todo, de la época en la que escribía más de una entrada al mes, de cuando microrrelataba todas las tontunas que se me pasaban por la cabeza. De lo que pienso sobre la literatura bloguera y sobre los blogs literarios. Todo en la Fundación José García Jiménez, que ha tenido la deferencia de tener la suerte de contar conmigo.

Hoy mismo, igualmente, ha salido en clase este blog a colación del evento de ¿recordáis? el jueves que viene. Intuía que muchos de mis alumnos ya lo conocían, porque varios de ellos me lo gritaron en las fiestas de San Raimundo sobre una base de reguetón al aroma de sangría. Saludadlos, comentaristas esporádicos, incautos visitantes, náyades, ninfas. Se aproxima el día en que necesitaréis que os extraigan de la cárcel, y yo sólo estoy autorizado para hablar del Gobierno.

A propósito: lo de la semimoderación de comentarios tiene más que ver con la llegada del spam a nuestras vidas que con mi creciente y firme intención de censurar cualquier intervención que adolezca de lo que a mí se me ocurra.

domingo, 18 de abril de 2010

Skype

Parece mentira. Un programa tan inadvertido e, incluso, por qué no, tan objeto de mis denuestos e invectivas, de repente convertido en uno de los que más uso a lo largo del día y de dos o tres horas, aleatorias, de la noche. Lo cierto es que le sigo encontrando la pega fundamental de no poder suprimir ese molestísimo soniquete del chat escrito, que no pienso siquiera onomatopeyizar para que se chinche.

Sin embargo, en cuestión de videoconferencias no hay cosa igual. Sin parangón. Es ágil con una buena conexión, y además tiene un diseño estupendo, blandito, maleable y dúctil, como nos gusta a los usuarios de mac y a los usuarios de pc que deberían ser usuarios de mac.

Además, creo que he localizado el origen del desdén con que lo he tratado durante todos estos años ominosos: la webcam. Ahora es muy fácil juzgar con severidad mis severos juicios, ahora que todos tenéis un portátil con cámara incorporada. Situaos, sin embargo, cuando sólo los terratenientes y algunos gobernadores civiles podían permitirse tales asiáticos lujos, mientras que el resto del vulgo (vulgo "vulgo"), nos habíamos de conformar con pequeñas webcams malencaradas de esas cuya imagen sólo rivalizaba en infamia con sus modos de agarre al ordenador, siempre en perpetuo desequilibro sobre sus trípodes absurdos. ¿Lo veis ahora? ¿Lo veis?

Debería redactar más posts sobre programas y aplicaciones. O más posts, sin más. O posts.

sábado, 10 de abril de 2010

Epic

Vivimos inmersos en épica. Miremos donde miremos, encontramos historias memorables, héroes románticos y grandes ideales. Esta misma noche, en desdichadísima competencia directa con el Entierro de la Sardina, desfile murciano que calificaríase de afrancesado de puro fino que es, tendrá lugar un partido de fútbol que marcará el destino de la civilización occidental (algunos conjeturan con la reunificación de la Pangea, pero aún carecemos de noticias concluyentes y no quisiéramos esperanzarnos en vano).

Inmerso en este clima me hallo y, tras ver la última película de Haneke, que podría haber sido filmada por el mismísimo Hölderlin redivivo, continúo con la lectura de la homérica Odisea y declaro inaugurada la segunda vuelta al Silmarillion en este particular año Tolkien. Dos mitologías, a falta de una. Con ilusión y sin pizca de ironía porque ya no me queda.

Lo que es seguro, seguro, es que Homero habría sido madridista.

jueves, 8 de abril de 2010

Desbando de la huerta

En Murcia, el martes de Pascua se celebra de una forma bastante particular. Lo que debiera ser ascética y contenida alegría tras los rigores de la Semana Santa se convierte en impropio descoque y desafuero en el Bando de la Huerta, festividad consistente en ataviarse de huertano posmoderno, salir a la calle bien temprano e involucionar hasta un estado que sólo se puede alcanzar previo despojo de la humanidad intrínseca y metamorfoseo con cualquier hidrocarburo saturado.

Como uno tiene en alta estima su dignidad y no gusta de baño de multitudes a no ser que por tal se entienda el rupestre balneario o el spa urbanizable, huí este año hacia la montaña liberadora junto con un nutrido grupo de amigos igualmente nutridos. El Valle de Ricote se engalanó para la ocasión y nos recibió con unos senderos transitables, unos bancos hechos a la medida de nuestras egregias nalgas para reposar y comer salchichones y frutos secos, y un tiempo atmosférico que califico aquí mismo de óptimo.

Finalmente logramos hacer casi dos rutas completas, y pasamos un día estupendo y casi sin bichos. Hay un montón de fotos, pero las tengo por ahí desparramadas. En ellas se aprecia que Ángel, al que tomasteis como un urbanita irredento, es capaz de triscar tanto o más que cualquiera de vosotros. Ahí queda eso.

viernes, 2 de abril de 2010

Semana Santa

Como os decía:

-Domingo de Ramos: procesión del Cristo de la Esperanza, vulgo "los verdes". Túnica de terciopelo anudada a la cintura por cíngulo angosto tras opípara comida, esto es, penitencia inesperada y trayecto procesional con urgente necesidad de Santo Viático.

-Lunes Santo y Martes Santo: preparación psicológica, física y diplomática para el Miércoles Santo. Algo de trabajo, corte de pelo, ayuno voluntario y sonrisa en la cara a falta de poder poseerla en otra parte del organismo.

-Miércoles Santo: asistencia al traslado de Nuestro Padre Jesús Nazareno seguida de paseos intencionados por tabernas con encanto. Vermú, tapa, vermú, tapa, vermú, tapa, fanta de naranja, síndrome de Tourette, llegada a casa y fusión celular entre mi epidermis y la epidermis del sofá de casa.

-Jueves Santo: ensayo de la correlativa de auroros conocida como "Juevessán", aperitivo, comida sana con vinos generosos e intimísimos amigos, cita con "Furia de Titanes", cada uno a su casa y Dios a la de todos, canto de la correlativa de auroros conocida como "Juevessán" al paso del Cristo del Refugio. A casa que es tarde.

-Viernes Santo: toque de diana a horas intempestivas, ducha y puesta de túnica para la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, reencuentros y caramelos porque en Murcia la gente se da caramelos cuando se reencuentra y alguien viste de viernes vestes venerables, albóndigas de bacalao, ensaladillas y demás vigílicas viandas, Oficios gregorianos y huida al balneario de Archena, con amigos y un masaje completo. Llegada a casa santo y salvo.

jueves, 25 de marzo de 2010

Paboneándome

Disfrutando me encuentro de Homero y su gran Odisea
en versión estupenda de Gredos que me han regalado.
Compagino aventuras de Ulises y Atena ojizarca,
con trabajo, deporte, comidas y encuentros corales.
Surgen estos de pronto y ocupan un fin de semana,
y me dejan molido con tanta locura estentórea,
con un coro de ingleses que causan mi envidia y mi ira,
pues nací en las Españas y tengo las cuerdas vocales
ya maltrechas de tanto ilustrar a los nuevos juristas.
Ahora voy a la cama después de una dura jornada,
tras el duro ejercicio de hexámetros que he posteado,
y que a ritmo dactílico marcan cadencias obtusas
que me hacen cerrar los dos ojos a marchas forzadas
y no quiero abusar de teclado ni usarlo de almohada,
que las teclas podrían herirme o marcar mis mejillas
y quedarse una eñe horrorosa en mi tersa epidermis.
Queden pues bien tranquilos, que sigo dispuesto a lo mío,
escribiendo no tanto quizá pero más reposado
mientras voy componiendo paciente el currículum vitae.
Adiós, pues, que mi lecho me espera en el sitio de siempre,
y dejad comentarios que me hagan sentir orgulloso.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Poesía

Hace años, una provecta señora de la alta sociedad murciana tuvo la precaución de morirse. Poco antes, había dispuesto en su testamento que su biblioteca, al completo, pasara a la familia de un gran amigo mío, que no tardó en llamarme para que le ayudara en la labor y no dejáramos títere con cabeza. Recuerdo aquella actividad como una de las más literarias de mi vida, por los libros, desde luego, pero también por eso de expoliar una biblioteca ajena, que queda siempre tan novelesco.

El caso es que, a falta de códices secretos, de palimpsestos envenenados y de pasadizos secretos que se abrieran al pulsar sobre el señorial mostacho del egregio busto del finado marido, obtuve allí uno de los libros que con más cariño conservo, por lo gamberro, lo gracioso y lo genial. Se trata de "Las mil peores poesías de la lengua castellana", de Jorge Llopis. En su primera parte, el autor se dedica a explicarnos qué es eso del castellano, de qué va la literatura, cómo se entiende la poesía, cuántos tipos de estrofas hay o cómo se hace para que lo que resulte al combinar versos se pueda considerar poesía y no una reforma urgente y parcial del Código Penal.

Su segunda parte, sin embargo, lleva por nombre "falsa antología de poetas españoles", un recorrido que abarca desde El Cantar del Mío Cid hasta Juan Ramón Jiménez. Y así, va poniendo verdes o ensalzando a los poetas españoles de forma intencionada y tendenciosa, según sus gustos particulares.

Las dos partes aparecen constantemente ilustradas con falsos poemas, obra del portentoso magín del autor, donde se demuestra que la parodia es la hermana buena de la sátira, y de ambas hay en abundancia. Aquí os dejo un par. Ale, a disfrutarlos con salud.

SONETO (Lope de Vega)

Perseguíte, Lisenda, cabe el Soto,
do el álamo templaba el fino oreo,
y observéte en la sombra un manoteo
y algo más gordo con galán ignoto.

Voy sin mí desde entonces, sin piloto
que guíe mi bajel por el Leteo,
porque lo que me has hecho está muy feo
y muerdo, rabio, grito, salto y boto.

Si hubo testigos de tu gran nequicia,
prepárate a morir -la vida es corta-
luego, en seguida, agora, incontinente.

Mas si nadie lo vio, nadie lo enjuicia,
y si nadie lo enjuicia, no me importa
llevar adornos bravos en la frente.

ROMANCE (García Lorca)

Cuando el cielo en el sobaco
tiene cosquillas de peces,
y el viento suave le pone
zancadillas de merengue;
cuando las rosas eructan
suspiros de luna verde,
Felisa va por el río
y nada se le humedece.
¡Ay, que la niña está amarga
lunes, miércoles y viernes!
En el olivar se cuaja
un gazpacho de relente
que con su pringue embadurna
la efigie de Julio Verne.
¡Ay, que la niña en el turbio
cristal del agua se mete!
¡Ay, que el agua ya le enfría,
lo que antes tuvo caliente!
Por la barriga del mundo
cabalgan siete corceles:
cuatro van al Infinito,
y los otros, a Albacete.

domingo, 14 de marzo de 2010

Una por semana

Ese va a ser el ritmo de entradas del blog, al paso que va esto. Sigo agobiado, con el aliento de la ANECA en el cogote y con el tiempo justo para llegar tarde a todo. Quizá algún día vuelva la vista atrás desde el sofá ergonómico que la Universidad reserva para los Catedráticos, mientras me fumo el Cohibas del Honoris Causa, y sonría al llamar a la enfermera para que me cambie el gotero, porque para entonces ya contaré con ciento dieciocho años y habré ganado el guiness de longevidad, superando al anciano chino que todos los años exhuman para el telediario de Antena 3.

Este viernes, sin embargo, saqué un rato para asistir a la boda de mi hermano pequeño. Ahora ya podéis llamarme cuñado sin tener que sentiros incómodos por la falta de rigor. Mañana mismo, sin falta, me paso por el registro civil a cambiar de estado. Todo fue muy bien y no hubo ni amigos borrachos de los que avergüenzan al novio ni powerpoints de los que avergüenzan a la Humanidad. No se pudo pedir más.

Iba a colgar una foto, pero como atenta contra la privacidad y ahora estoy muy concienciado con eso, os dejo en su lugar el vídeo del gato ninja. Muchos recuerdos.