lunes, 28 de febrero de 2011

La tontuna previa

Pronto sucederá lo inevitable, porque afortunadamente no le queda más remedio. Mientras tanto, os cuento una tontuna que sirve de prolegómeno y de abono para este blog descuidado hasta dentro de unos días.

Hace dos semanas caminaba yo por la calle cuando vi un panfletillo mugriento sobre el pavimento. Tanto llamó mi atención y apeló aquello a mi civismo, que lo recogí con delicadeza y lo he estado alimentando con saltamontes y miel silvestre.

En la primera de sus seis páginas se aprecia su cometido: concienciar a la población de las ventajas del vegetarianismo. A tal fin, dedica medio folio a ubicar estratégicamente unos primeros planos de rostros animales que apelan a la conmiseración. Y yo, amante de las carnes prietas, laxas y de cualquier otro tipo, color o estado civil, me sorprendí impávido ante tal despliegue de medios. La oveja mirando a cámara me conmovió, y así lo reconozco, pero sigo sin encontrar la manera de apenarme ante los estúpidos ojos del pez o, menos aún, ante la mirada reprobatoria del gallo. ¿Estaré muerto por dentro?

miércoles, 16 de febrero de 2011

Quiero ser artista

Pocos placeres reporta la ardua tarea de corregir exámenes, y menos aún si son cientos y uno tiende a corregirlos con fruición mientras sus dioptrías se reproducen entre sí, como es mi caso. Los profesores, contrariamente a lo que piensa el alumnado, no sentimos placer al suspender. Algún caso patológico siempre hay, pero en general da tristeza tener que abrir el primer cajón para sacar el compás de diseñar ceros perfectos.

Sin embargo, los docentes de artes varias gozan de un plus del que carecemos el resto. Ellos, de cuando en cuando, se encuentran con ciertas perlas que agradecen a los nervios del momento, o al sistema educativo, o a la ingesta de sapos tóxicos, o a la garrulería atroz a cuyo denuesto nunca dedicaré suficientes posts. Por suerte, los artistas son de suyo generosos, y comparten las perlas conmigo, que las comparto con vosotros, que las compartís con el resto del mundo y así sucesivamente:

-El rostro de Venus es melancólico, y se puede ver un elemento que estaba prácticamente prohibido y era pintar el bello púvico.

-Massaccio (1408-1428) fue discípulo de Mussolini.

-La Venus es una mujer bella, la cual con una mano se cubre con delicadeza los pechos y con la otra la vagina.

Y contra eso, por mucho y malo que corrija, no puedo competir.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Cines (II)

Enfrascado como estoy en pleno proceso corrector, evaluador y revisor, decidí hace dos semanas resucitar mi cuenta de Filmaffinity y calificar de uno a diez absolutamente todas las películas que he visto en mi vida. En su momento me provocó pereza atroz, pero el caso es que ando ya por las quinientas cincuenta y siete votaciones y ya tengo hasta almas gemelas.

Las dos últimas películas se han llevado sendos merecidísimos nueves, sobresalientes con opción a matrícula. La familia, de Ettore Scola, me pareció un ejercicio narrativo magistral. En dos horas abarca casi cien años de familia burguesa italiana, desde principios de siglo hasta los locos años ochenta. Algo así como la trilogía española de Alberto Closas y José Luis López Vázquez, pero de un golpe, sin cursilería atroz y sin Pepe Isbert.

La segunda, Sang Woo y su abuela, es una fabulilla en la que el típico nene chino, urbanita y cabroncete tiene que pasar una temporada en el campo con su típica abuela china, ruralita y abnegada. Cómo una historia así puede contarse de forma tan nueva debe de ser uno de los misterios arcanos del Lejano Oriente. Es deliciosa, y no se hable más, salvo para decir que, además, la película nos hace empatizar por momentos con el Rey Herodes, ese hombre sabio que sucumbió a una pasión demasiado humana.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Lo del curso de cocina japonesa

He sobrevivido. Un fin de semana relleno de montañas escarpadas y de barbacoas escarpadas en una casa rural y escarpada no ha sido bastante para destruir mi ya de por sí enclenque naturaleza y débil condición. Ni siquiera con un remate de dos horas de pádel a la vuelta del viaje; de pádel rural y escarpado.

El lunes, para celebrarlo como era entonces debido, decidí asistir al curso de cocina japonesa que tanta ilusión me hacía. Cuando llegué, constaté que aquello, más que a profesores de Derecho Constitucional -como, por otra parte, podía pensarse- estaba destinado a cocineros regionales experimentados, lo cual encajaba con la descripción que aparecía en el prospecto de la jornada, sobre todo en la parte de "destinado a cocineros regionales experimentados" (lo cual, pese a las comillas, no es en absoluto textual).

Reconozco que me azoré imperceptiblemente cuando fui seleccionado para acompañar al líder en su tarea culinaria, debido quizá a que nunca había preparado hasta entonces California Rolls con sus huevas y todo. Fue entonces cuando, delante de más de cincuenta cocineros regionales experimentados, demostré que se puede derramar un vaso de agua fresca en un plato rebosante de pepino cortado en delicadas tiras y de aguacates laminados con muchísimo esmero. Y todo ello, conste, sin perder un ápice de falta de compostura.